Leo una de las escenas más bonitas del Evangelio de San Lucas, la "anunciación" del ángel Gabriel a Zacarías, el padre de Juan el Bautista.
Zacarías, sacerdote viejo, está solo en el altar, ofreciendo incienso, y se le aparece el ángel Gabriel. Gran susto. El ángel le dice: "Dios ha escuchado tus oraciones". Por lo que luego ocurre, hemos de entender que, en realidad, le debió decir lo siguiente: "Dios ha escuchado tus antiguas oraciones, lo mucho que Isabel y tú rezasteis hace muchos años, cuando erais jóvenes y deseabais tener un hijo. Pasó el tiempo, visteis que aquello no se cumplía, os conformasteis con la voluntad de Dios y dejasteis de rezar por aquello. Pero Dios no olvidó esos rezos, ya tan lejanos, y ahora los va a atender: por vosotros, y porque conviene a la Redención".
Zacarías se asombra y pregunta que cómo va a ocurrir eso. San Lucas no recoge el matiz de escepticismo del anciano: su pregunta no tuvo el sentido que narra el capítulo siguiente, cuando María hace una pregunta similar. En el caso de Zacarías, la pregunta debió de estar llena de escepticismo, de incredulidad, de amargura: "¿Cómo va a ser eso posible, a estas alturas?".
La respuesta del ángel Gabriel es de lo mejor de la escena. Primero, deja claro quién es él: es un ángel importante, hasta tiene nombre, y ha recibido un encargo del mismo Dios. Seguro que no se lo dijo enfadado, pero sí con ese matiz que usamos todos cuando alguien nos habla sin el debido respeto, como diciendo "Usted, señor Zacarías, no sabe con quién está hablando". No creo que el ángel se enfadase, pero decidió que el anciano se merecía un pequeño castigo, por no haber sabido estar a la altura de las circunstancias (frente a la disponibilidad de la Virgen, en la escena siguiente): le pone una pequeña sanción, como quien castiga al hijo pequeño que no se ha sabido comportar bien en una ocasión importante. Le deja sin voz, y su silencio durará seis meses, hasta que la Virgen visite a su prima Isabel. Sin duda, eso le ayudaría a meditar, a apreciar el valor del milagro que fue viendo crecer durante ese tiempo.
jueves, 27 de marzo de 2008
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5 comentarios:
Estimado amigo, gracias por tu "comprensión" ante el gorgias Zp, pero la verdad es que en Madrid se puede ser más comprensivo... con el colchón de Esperanza que tenéis. Pero realmente relativistas y personas para las que la palabra es sólo vehículo para "vencer" hay en todos lados.
Otra cosa es que todos tengamos "nuestros puntos de vista", nuestras peculiaridades, nuestras preferencias. Pero la "mentira" siempre tiene tufo y ¿es verdad que el hombre es lo que elige? Eso es un sofismo de la peor especie.
Desde pequeña me sorprendía muchísimo esta historia, que le hubiera quitado el habla como castigo. Me pasaba algo parecido con la esposa de Lot, convertida en estatua de sal.
Pero el fondo es lo importante, mantener una fe inquebrantable.
Saludos!
Querida AM:
Debe ser que recibí una educación muy nazi, en la que el castigo era parte fundamental, pues me parece naturalísimo que Gabriel castigara, levemente, al pobre Zacarías: por no haber sabido estar a la altura del gran momento, como luego supo hacerlo María.
Querido Frid:
Te contesto en tu página.
F.
oye f!mucho decirme que escriba y tú que??
te ha castigado alguien sin escribir? espero no tener que esperar meses para leerte...jeje.
un saludo.
F.,
qué bueno que hables de este tema, me parece muy buena la "utilidad" del castigo recibido (la ayuda para meditar).
Por cierto, ¿no fueron 9 meses?
En cuanto a la diferencia en las respuestas de Zacarías y María te transcribo alguna idea que alguna vez me ayudo a entenderlas (es un poco odioso enlazar al propio blog, pero bueno)
Me han explicado ya algunas veces cómo la respuesta de Zacarías (Lc. 1, 5-25) no es igual que la de la Virgen María (Lc. 1, 26-38). El primero duda de las palabras del ángel, la segunda no, aunque pregunte cómo es eso posible.
En la traducción del Evangelio que me llega por “Evangelio del día” (días 19 y 20 de diciembre) hay una palabra clave que me ayuda a entenderlo un poco más. Zacarías dice: “¿Cómo puedo estar seguro de esto?”. Lo cual es claramente distinto a preguntarse cómo algo puede ser posible, que es lo que hace María.
¡Y qué bueno que Dios permita que preguntemos cómo es algo posible! Me animaría a decir, entre nos, que eso es una prueba de cómo la fe no debe excluir a la razón.
(Por supuesto, verifiquen esto con su teólogo amigo). (Enlace).
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