miércoles, 29 de octubre de 2008

Cementerio

Visito a mis difuntos y evito el barullo de Todos los Santos. Viven en un cementerio de pueblo, silencioso, tranquilo. Tras las tapias, a lo lejos, no se ven las casas, se ven allá a lo lejos los montes y el cielo azul y la copa de los árboles.

Al lado de las lápidas de mis difuntos hay otras en las que los familiares han mantenido la vieja costumbre española de poner fotos del muerto. Esto es siniestro o bonito, según tenga uno el día. Cuando estoy hablando con mis difuntos, cada uno en un extremo del pequeño cementerio, sus vecinos de nicho me miran, muy fijamente, y a mí se me ocurre una reflexión como de Borges. ¿Conocerían en vida mis difuntos a estos sus vecinos definitivos? A lo mejor sí, a lo mejor iban juntos a las reuniones de viejos de la parroquía, o al médico, o al parque. A lo mejor hablaron mucho en vida, a lo mejor fueron amigos, a lo mejor se pelearon, sin adivinar que años después iban a estar juntos para siempre, pared con pared de nicho. Como se ve, uno se distrae con poco, cuando está hablando con sus difuntos.

Cerca de uno de ellos hay un nicho un poco triste. Allí enterraron a una niña sudamericana, india, de menos de dos años de edad. "Creí que a esa edad ya no se moría nadie en España", dirá un frívolo. Pues sí. Lo que ocurre es que para la familia es como si la niña siguiera viva. Deben ser pobres, porque no cambiaron la tapa de plástico por una lápida de mármol, como hacemos todos los demás. En esa tapa provisional de plástico, que para ella es para siempre, pegaron una foto de la niña. Pegaron la foto, y al lado van pegando y quitando cosas: una flor seca, un muñecote, una piruleta, una guirnalda (en Navidad), una carta de otro niño. Parece un chiste, ya lo sé, como de realismo mágico, pero es que es así. La cosa tiene más mérito porque el nicho está altísimo, deben de usar una escalera de los sepultureros.

El otro difunto que me impresiona es un chico, también con foto, que murió con 32 años. Te mira muy serio, algo triste. Este chico me hace pensar mucho, cómo no, en mi propia muerte. "Si yo hubiera muerto con 32 años ...". Como el tiempo no pasa para los muertos, la reflexión es cada vez más lejana. "Si yo hubiera muerto con 32 años, ya llevaría 6 años muerto, y nada habría cambiado en el mundo", me decía al inicio. Luego fueron 7 años muerto, 8 años muerto, 9 años muerto, ...

El otro día, cuando estuve en el cementerio para evitar el barullo de Todos los Santos, me dije: "Si yo hubiera muerto con 32 años, llevaría ya 11 años muerto, y nunca habría puesto en marcha mi blog". De verdad que pensé esto, fíjate qué frívolo.

Hacía una tarde de sol, no como la de hoy.

lunes, 27 de octubre de 2008

El Quijote (I)

Hace meses volví a leer las dos partes del Quijote; las leí deprisa, divirtiéndome, sin apenas tomar notas. Con la primera, publicada en 1605, me reí con las locuras de Don Quijote y las simplicidades de Sancho Panza: fue divertido. La segunda, publicada en 1615, me sorprendió, pues no la recordaba tan profunda. La gran diferencia entre ambas partes es ésta: en la segunda Don Quijote ya no está loco. Le pasan muchas menos cosas, lo que le ocurre ya no es de risa, y a cambio hay muchas buenas conversaciones, muchas reflexiones profundas. Comprendí que debía volver a leer esta segunda parte para aprovecharla mejor, y a ello me he puesto ahora.

Ante todo, no comprendo la fama que tiene el libro de ser un novelón viejo y pesado. Me parece que tiene rasgos de una modernidad absoluta: Don Quijote es más moderno, más contemporáneo, que mucha de la literatura española del XVIII y del XIX. Esto se ve en uno de los primeros capítulos, el III. Don Quijote, que convalece de los palos que recibió en la primera parte, es visitado por el bachiller Sansón Carrasco, que ha leído sus aventuras en la primera parte del libro. Esto sorprende mucho a Don Quijote, pero también al lector: con este truco, Don Quijote, que es un personaje de ficción, se convierte en un personaje real, y la primea parte de sus aventuras ya no es una imaginación de Cervantes, sino la narración real de lo que ocurrió. Ello da lugar a un capítulo bien divertido, pues charlan sobre las aventuras pasadas y el bachiller Carrasco le hace notar que el que escribió esos hechos reales cometió algunos fallos: Sancho Panza vuelve a montar el asno que le han robado, no se sabe qué ocurre con un saco lleno de monedas. Don Quijote y su escudero le explican lo que realmente ocurrió, para que Sansón Carrasco (y con él, todos los lectores de todos los tiempos) no se queden sin conocer parte de la verídica historia.

La conclusión de esta mezcla de realidad y ficción viene poco después, cuando caballero y escudero han vuelto a salir de aventuras. Sancho le pregunta a su señor cómo es posible que alguien conozca conversaciones y hechos en que sólo ellos dos estuvieron presentes, y Don Quijote ha de recurrir a la solución de siempre: sin duda, les persiguen encantadores, que oirían todo y se lo contarían al redactor de su historia.

...

En el divertido capítulo X Sancho Panza se venga de su señor, que en la primera parte, cuando aún estaba loco, creyó ver gigantes donde había molinos, creyó ver ejércitos donde había rebaños de ovejas, creyó ver un castillo donde sólo había una venta. Don Quijote, ante de afrontar nuevos desafíos, ha decidido ir a saludar a su señora, Dulcinea del Toboso, a la que nunca ha visto, y pide a Sancho que le guíe hacia ella. Cuando están llegando al pueblecito, Sancho ve venir a tres mozas a lomos de sus burras; se baja, se arrodilla ante una de ellas (la más gorda y fea) y dice a su señor que ésa es Dulcinea. Ante el asombro de Don Quijote, que ve la triste realidad, el escudero, malicioso, usa el mismo argumento que tanto usó el caballero en la primera parte: ¿no ve Don Quijote a la verdadera Dulcinea? Eso ha de ser que un mago le ha encantado para que no vea la realidad. El pobre caballero, confuso, ha de presentar sus respetos a la moza gorda, que huele a ajo, hasta que ella y sus compañeras se cansan de la escena, se van a la carrera, la gorda se cae y, echando una carrerita, vuelve a subirse en la pollina. Este drama, el drama de que su dama esté encantada y que sólo él sea incapaz de verla, perseguirá a Don Quijote durante toda la segunda parte.

viernes, 24 de octubre de 2008

Humillación

Hay gente que es que no aguanta una broma.

El pasado mes de septiembre, el presidente Zapatero declaró en Nueva York:

"Hemos superado a la media europea y a Italia [en renta per cápita], cosa que deprime mucho al primer ministro Berlusconi [risas]; pero nuestro objetivo es superar a Francia en tres o cuatro años, y esto no lo quiere ni oír mi amigo Sarkozy"[más risas].

Yo creo que lo dijo sin mala intención, sin afán de ofender a estos dos señores: fue, creo, un comentario algo presuntuoso, algo paleto, pero nada más. Es como cuando hace años dijo en Túnez que recomendaba a todos los países que hicieran lo mismo que él, que se fueran de Irak y que dejaran solos a los Estados Unidos en aquel lodazal: tampoco creo que lo dijera con ánimo de hacer daño, ¿no?

Ahora, el citado Sarkozy y su amigo Bush están montando una cumbre para "refundar el capitalismo" (????). Al cónclave han invitado a los 7 ricos del G-7, al del G-8 (Rusia) y a los del G-20, que son varias organizaciones internacionales y 11 países más: Argentina, México y Brasil; Turquía; Sudáfrica; Arabia Saudita, India, China, Indonesia y Corea del Sur; Australia. Pero no a España, que se jacta de ser la 8ª economía del mundo, por delante de (por ejemplo) Canadá.

La noticia ha sentado como un gran bofetón en España, por dos razones fundamentales:

Porque, aunque no lo sepamos explicar, sentimos que España es superior a algunos de estos países. ¿Realmente Turquía, que lleva años suplicando que le dejen entrar en la Unión Europea, pesa más en el mundo que España? ¿O la India, con las imágenes horrorosas de niños desnutridos y trenes descarrilados? Menos mal que no han invitado a nuestros vecinos de Portugal y Marruecos, el tortazo habría sido de K.O.

Porque, con tanta gente invitada, ¿no se podía haber hecho un huequito para España? Donde comen 20 ¿no pueden comer 21, o 22, o incluso 23? ¿Tanta diferencia hay? Es, sí, como cuando va a haber una boda, tú vas a ser el invitado 317, y los novios deciden invitar sólo a 316, porque si no va a ser muy caro.

Los que no somos socialistas nos hemos tomado esto con mucha risa, pero esto es una frivolidad irresponsable: al final, no sólo es el presidente Zapatero o su gobierno los que salen perjudicados, sino toda la nación, que ya lleva demasiados años siendo despreciada en todos los escenarios del mundo.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Ex viuda

Leído en el periódico de ayer:

"Durante estos años, además de consolidar legalmente su relación con Adriana Abascal, la ex viuda del magnate mexicano Emilio Azcárraga, ..."

Se admiten sugerencias para definir la expresión subrayada en el texto.

martes, 21 de octubre de 2008

Catecismo (3): Tradición y Magisterio

Parte 1, sección 1, capítulo 2, artículo 2 párrafos 74 a 100.

Quedábamos en el artículo anterior ante la duda de si bastaba o no el Evangelio, como dijo Lutero. Este nuevo artículo, el 2, responde: no, también son necesarios la Tradición y el Magisterio.

La Tradición es la transmisión viva de la predicación apostólica, distinta de la escrita del Evangelio, que hace la Iglesia desde su fundación por Jesús (párrafos 78 y 81): Dios no dejó de hablar a la Iglesia tras la redacción del Evangelio, sino que lo sigue haciendo siempre, hasta el fin de los tiempos (párrafo 79), y la Iglesia proclama esa Tradición "con su enseñanza, su vida y su culto" (párrafo 78). La Tradición, pues, es distinta del Evangelio, pero muy vinculada a él (párrafo 78). Esta unión queda reflejada por una frase muy bella de San Hilario de Poitiers (párrafo 113):

"La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos."

Que desde el primer momento existió la Tradición es demostrado por el Catecismo (párrafo 83) con un argumento contundente: "la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva", al recoger lo que hasta ese momento eran enseñanzas orales.

La suma del Evangelio y de la Tradición es llamada "depósito de la fe", y el párrafo 84 cita dos frases de San Pablo (1 Timoteo 6,20 y 2 Timoteo 1,12-14) en las que el Apóstol anima a ser cuidadosos con ese "depósito".

Además de la Tradición, la Iglesia tiene el Magisterio, "oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita", según el párrafo 85. Los párrafos 888 a 892 concretarán, en su momento, en qué consiste esta función del Magisterio.

Conclusión tajante del párrafo 95: "La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas". ¿No basta, pues, sólo con el Evangelio? No: todos sabemos los errores a los que puede llevar la sola Scriptura, sin el amparo de la Tradición y el Magisterio.

domingo, 19 de octubre de 2008

En la carnicería

(Días de no poder leer el periódico ni leer la radio: la orden del Juez Garzón de abrir las fosas de muertos republicanos, en la Guerra Civil, provoca en mí una naúsea, un asco físico, similar al que tienes cuando tomas leche en mal estado)

...

Voy a la carnicería, el sábado por la mañana: hay muchas clientas y sólo dos carniceros atendiendo.

En mi carnicería no se pide número, sino vez. "¿Quién da la vez?", pregunto al llegar. Un gentleman mayor (al que llamaremos cliente 42º), que parece estar con su esposa, se vuelve y amable me dice "Yo". Así que es como si yo fuese el cliente 43º. Al rato entra una chica, bajita y pelirroja: "¿Quién da la vez?" "Yo", le digo: pasa a ser la clienta 44ª. Es éste un buen sistema. Por mucha gente que haya, por mucha gente que entre, por mucha gente que se mezcle con los clientes de la pollería o de los fiambres, uno sólo tiene que atender una cosa: al cliente que le ha dado a uno la vez. Lo demás da todo igual.

Hay que tener cuidado con esto: no sólo por uno mismo, sino por los que vienen detrás de uno. Si uno es el cliente 43º, de que uno esté atento depende la suerte no sólo de uno mismo, sino tambien del cliente 44º, 45º, 46º, ... Si uno no está atento y cuándo el carnicero (el A o el B, tanto da) pregunta "¿Quién va ahora?" y uno no dice que él y lo dice, en plan avispado, el cliente 51º, tras el cliente 51º vendrá el 52º, y tras el 52º el 53º, y así sucesivamente, y uno mismo y los que vienen detrás de uno (es decir, del 43º al 50º) estarán horas esperando, a ver cúando les toca.

(Durante la espera se me ocurre que esto es equiparable a los católicos de cada generación, en cada país: si consienten que se cuelen los otros, el perjuicio viene no sólo para uno, sino para todas las generaciones de católicos futuros que vienen detrás de uno, que a lo mejor están esperando horas a que les toque su turno, mientras ven ir pasando a los otros)

Cuando por fin me toca, me ocurre lo peor de lo peor que le puede pasar a un hombre de orden como soy yo. Están atendiendo, por fin, a la esposa del cliente 42º, así que cuando el carnicero B dice "¿Quién va ahora?" yo grito "Yo". Me empieza a atender, muy amable. Al poco, el carnicero A acaba y dice "¿Quién va ahora?", y la clienta 44ª, la pelirroja, dice con entusiasmo "Yo". Entonces, el gentleman, el cliente 42º, se vuelve y con mucha corrección y amabilidad le dice "Perdone, estaba yo antes".

Le miro asombrado, y descubro, con horror, que la señora que estaba a su lado todo el rato no era su esposa, sino la clienta 41ª, que no tenía nada que ver con él, pese a estar todo el rato a su lado. Oh, horror de los horrores, pues me he colado, sin querer. Cuando acaba mi pedido, me acerco a él, humilde, y le pide disculpas; él dice "No tiene importancia", y realmente parece que no tiene importancia para él, yo insisto en humillarme pero él reitera que no me preocupe, que no tiene importancia.

Salgo de la carnicería con un sabor amargo.

...

(En la frutería todo vuelve a ser de color de rosa. El dependiente es un castizo, que a las señoras mayores les llama guapas y a las de mediana edad las llama niñas. A mí me llama joven, cosa que nadie me llamaba desde hace 13 años. Me trata, efectivamente, como si yo siguiera siendo joven. Salgo de la frutería tan contento, reconciliado con la vida).

viernes, 17 de octubre de 2008

Los dos decretos de Zapatero

Como los malos estudiantes que no hacen nada durante el trimestre y los últimos días antes del examen estudian 20 horas seguidas, así el presidente Zapatero, después de haber negado la crisis económica durante meses, después de haber dicho en Nueva York que el sistema financiero español era el mejor del mundo, ha aprobado de golpe dos Decretos-Ley que ponen a disposición de los bancos y las cajas la fabulosa cantidad de 150 mil millones de euros (25 billones de pesetas) (124 billones de pesos chilenos, creo) (647 mil millones de pesos argentinos, me parece).

¡¡¡Viva la santa desvergüenza!!!

Mediante el Real Decreto-Ley 6/2008, el gobierno se compromete a comprar los títulos de bancos y cajas. Hasta ahora, el señor A pedía dinero al banco B para comprar un piso; el banco B (que en realidad no tenía el dinero) emitía un título por el valor de ese préstamo, que le compraba el banco C (alemán, estadounidense, inglés, ...). Todos contentos: el señor A, porque se había comprado un piso y haría todo lo posible por pagar su deuda con el banco B, deuda avalada con un piso que subía un 10% su valor cada año; el banco B (español) porque con ese dinero pagaba al banco C y se quedaba con los intereses; el banco C (extranjero) porque recibía su capital. /// Esto se ha acabado: el señor A está en el paro o en riesgo de ir al paro, así que el banco C no se atreve a darle dinero al banco B para que éste se lo dé al señor A. Mediante el Real Decreto, aquí viene el Estado, sustituye al banco C, extranjero, y le compra el título al banco B. Si al final el señor A no puede pagar al banco B y el banco B al gobierno, no pasa nada.

Mediante el Real Decreto-Ley 7/2008, el gobierno avala todos los préstamos que se hagan los bancos entre si. El banco D le pide un millón de euros al banco E, el banco E se los presta, el banco D no se lo puede devolver (por ejemplo, porque el señor F no le devuelve a él sus préstamos), no hay problema, es el Estado el que lo devuelve al banco E, y ya veremos si luego se lo reclama o no al banco D. Dan ganas de hacerse banco para prestar dinero a otros bancos.

La santa desvergüenza. Primero, porque en ambos Decretos se dice que todo esto se hace no para ayudar a los bancos, sino a las familias y a las pequeñas empresas, que podrán pedir los euros a estos señores. Jajajajaja. Digo yo que si esto fuera así, sería mejor darle el dinero directamente a las familias, ¿no? 150 mil millones de euros entre 35 millones de ciudadanos sale a más de 4.000 euros per cápita, si no me equivoco. Pero no: nada en los dos Decretos obliga a bancos y cajas a dárselo a la gente, salvo una vaga apelación bondadosa en la exposición de motivos del primero. El dinero, se sospecha, es para que bancos y cajas paguen sus deudas monstruosas con los bancos extranjeros.

Segunda santa desvergüenza: en el primer decreto se dice que esta salida de dinero no le va a costar nada al Tesoro, a los contribuyentes. Segundo jajajajaja. Dice que los títulos que se van a comprar van a ser de la máxima calidad, y que en su día, cuando los bancos les devuelvan el dinero, con ello se pagará la deuda pública, sin tener que subir los impuestos. Si son tan buenos los títulos ¿cómo es que no los compran los bancos extranjeros? No: es el Estado el que se endeuda ahora para lograr la macro-cifra del inicio, con lo cual al final la deuda la pagarán los contribuyentes.

....

Oyes, estemos atentos a ver cuándo sigue el reparto de billones: a ver cuando les toca a los 100.000 nuevos parados al mes que no van a encontrar puesto de trabajo, a los emigrantes que se tienen que volver a América, a las pequeñas tiendas de barrio que están teniendo que cerrar todas, a la gente que cada vez más tiene que ir a los comedores de Cáritas.

jueves, 16 de octubre de 2008

30 años

Hoy es el 30º aniversario de la elección de Juan Pablo II, nuestro querido padre.

"...un nuovo vescovo di Roma. Lo hanno chiamato da un paese lontano... lontano, ma sempre così vicino per la comunione nella fede e nella tradizione..."

Hoy, como aquella tarde oscura, Deo gratias!!!!!

miércoles, 15 de octubre de 2008

… y dos más

Aquí tenéis dos estupendos enlaces para conocer Madrid, que es mi ciudad. Incluso aunque no os interese mucho el tema, os recomiendo leer los dos artículos y ver los dos reportajes de fotos que colgó Julián, porque todo ello me ha parecido excelente.

Éste es el hotel Nacional, donde ocurrió la anécdota de la
vieja sudamericana
: está entre el Jardín Botánico y la estación de Atocha.

Ésta es la procesión del Corpus, la fallida procesión del Corpus que os conté: como veis, no sólo no iba a llover, sino que incluso sale el sol.

Ésta es la estación de Atocha, donde ocurrieron parte de los tremendos atentados del 11 de marzo; éste es el Ministerio de Agricultura. Ambos están en la glorieta de Carlos V, muy cerca de mi casa, y yo paso delante de ellos siempre que voy o vengo al centro.

Ésta es la estatua de la Cibeles, símbolo de la ciudad, pese a que es muy fea; a veces he pensado que si mi blog, tan madrileño, tuviera una marca, sería la cabeza de la diosa (o la de uno de los leones).

Ésta es la bola del reloj de la puerta del Sol: en Nochevieja baja al dar las 12, y toda España toma las uvas con su sonido. Antes era más divertido, porque dejaban entrar con botellas y tirarlas al aire tras las campanadas; ahora ya te controla la policía, sólo puedes pasar con vasos de plástico.

Ésta es la entrada a los jardines del templo de Debod, adonde yo iba a jugar de niño. En medio hay un templo egipcio, pequeño pero auténtico; es una lástima que Julián no haya puesto una foto del edificio, sobre todo al anochecer.

Ésta es una de las grandes novedades de la ciudad: una pared cubierta de vegetación, al lado del nuevo Caixa Forum, que va creciendo en vertical, y que de vez en cuando hay que recortar con una grúa, como si a la pared le salieran pelos.

lunes, 13 de octubre de 2008

viernes, 10 de octubre de 2008

Catecismo (2): Revelación

Parte 1, sección 1, capítulo 2, artículo 1, párrafos 50 a 73.

Tras explicar en el capítulo anterior que el hombre tiende a Dios, en éste se desarrolla que Dios se revela al hombre a través de los siglos. Lo hace libremente (párrafo 50), para que los hombre puedan "responderle, conocerle y amarle" más allá de lo que les permitiría su sola razón (párrafo 52). El párrafo 53 cita una frase muy bella de San Ireneo de Lyon: a través de los siglos, según se va revelando, Dios se acostumbra al hombre y el hombre se acostumbra a Dios, como en un noviazgo, añado yo.

En los párrafos 54 a 65 se resumen las etapas de esta Revelación, comenzando por Adán y Eva, terminando por Jesús. Al hablar del fin de la Revelación en Cristo, el Catecismo usa una frase excelente en el párrafo 66, que da paso al capítulo siguiente: "aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada", y ahí es donde entra en juego la Iglesia: se trata de estudiar la alegación de Lutero (sin citarle), relativa a que si la Revelación, el Evangelio, son suficientes, qué derecho tiene la Iglesia a seguir inventando normas y doctrinas.

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No se puede pensar en la Revelación sin pensar en la Iglesia.

Intento ver la Revelación desde los ojos de un deísta, de alguien que cree firmemente en la existencia de Dios (o del Ser Supremo) pero al que le parece absurdo pensar que Él se ha revelado durante siglos a los hombres, y ha dictado cientos de páginas de los libros sagrados de las religiones, en concreto del Evangelio. Desde el punto de vista de ese deísta, ¿qué se pierde antes? ¿Deja de creer en la Revelación porque deja de creer en la Iglesia o deja de creer en la Iglesia porque deja de creer en la Revelación? Probablemente, lo primero: se cree (o se deja de creer) en la Iglesia, después se cree (o se deja de creer) en la Revelación, en el Evangelio.

Que éste es el orden (1º Iglesia, 2º Evangelio) se ve en dos ideas:

1º Hay gente que cree en la Iglesia sin dar el segundo paso, sin conocer bien el Evangelio, pues no lo leen; conocen bien los mandamientos de la Iglesia pero no el Evangelio.

2ºHay gente culta, deístas, agnósticos, que conocen bien el Evangelio, pieza fundamental de nuestra cultura occidental, sin que ello le lleve a creer que eso es la Palabra de Dios. Les parecerá que sus autores, los hombres que los escribieron, eran hombres inteligentes de buenas intenciones, pero nunca creerán que Dios ha inspirado esas páginas.

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La lectura de la institución de la Eucaristía puede conmover a cualquier persona sensible, pero por mucho que lo lea, quizá no llegue a creer en la presencia real de Cristo.

El que se acerca a la vida de una parroquia o de una familia católica puede acabar convirtiéndose por su buen ejemplo y creer, entre otras muchas cosas, en la Comunión, que empezará a recibir con devoción, aunque a lo mejor no sepa leer y no conozca bien el pasaje del Evangelio.

Así que creo que el orden es: creer en la Iglesia, creer en la verdad de la Revelación en el Evangelio.

(Salvando siempre, claro, la inspiración directa que el Espíritu Santo pueda hacer en el corazón del que no cree, de la forma que le parezca más oportuna, sin límites)

miércoles, 8 de octubre de 2008

Ella le cuenta a él

No se ven hasta la hora de cenar.

Para ella es muy importante contarle a él todo lo que ha hecho durante el día, con mucho detalle. “Cogí el autobús, iba ese conductor que tú ya sabes, el del pelo rapado, hoy iba contento, llevaba puesta Kiss FM, la que tu hermana nos contó la otra noche cenando que le gustaba oír en la ducha, le dije, le dije al conductor que cuánto había tardado, pero se lo dije en buen plan, eh, sin reñirle, cuánto has tardado, eh, a él le hizo gracia, no se lo tomó a mal, se rió, me dijo, así riéndose, mejor, tonta, así tienes que estar menos tiempo en el trabajo, me hizo gracia su comentario, a todo esto quería subir una chica con su carrito, y yo en medio, y la chica va y dice ...”. Hay noches que la narración le dura el tiempo de la preparación de la cena, del primer plato, del segundo plato y de medio postre. Él va diciendo “¡qué curioso!” o “¡qué faena!” o “¡qué barbaridad!”, y ella sigue. Sólo cuando ella se enfada o se angustia o se entusiasma él le habla largamente, para poner las cosas en su sitio.

Ella nota, durante el día, que al hacer las cosas piensa cómo se las contará a él por la noche, e incluso a veces ese pensamiento le hace variar de comportamiento. ¿Para qué se va a enfadar con una compañera del despacho si él, esa noche, le va a recordar que eso es una tontería?

Desde que se conocen, ella ya no tiene que llevar diario.

A ella le conmueve mucho que él, que a veces parece que no le presta atención, se acuerde meses después de algo pequeño que ella le contó: “Aquella vez que te equivocaste de parada de Metro ...”.

A ella le parece un poco extraño que él no sienta esa misma necesidad. Él le habla mucho de sus lecturas de ciencias y de las películas que va a ver y de lo que ha pensado sobre la vida. Pero cuando ella le pregunta, en la cena, qué tal le fue el trabajo, él se limita a decir “Ya sabes, lo de siempre”, y cuando le pregunta que si ha hablado con su madre, él responde “Sí, lo habitual”.

(Ella a veces se ríe pensando en lo divertido que sería tener una amiga que la llamara a las 12 de la noche para que le contara las horas que está con él, las horas de su día que no le puede contar a nadie. “Él llegó a cenar con su abrigo beige, ya sabes, el del último cumpleaños, ¿te acuerdas? ...”)

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(Estos posts sobre ella y él parecen un homenaje al blog de AM)

domingo, 5 de octubre de 2008

Alicia

Leo "Alicia en el país de las maravillas", de Lewis Carroll, en una edición muy bien comentada.

La introducción nos explica que el cuento tuvo un enorme éxito, y que ya desde el inicio la gente adulta supo ver que aquello era mucho más que un cuento fantástico. Desde entonces a nuestros días se han estudiado ampliamente sus intuiciones en la lógica, en el estudio del lenguaje, en el psicoanálisis, ... En concreto, el prologuista explica que gran parte de su éxito entre los niños y los adolescentes es porque supo reflejar bien el terror del niño que se hace adolescente, el terror del adolescente que se hace adulto, y que va entrando, capítulo a capítulo, en el mundo absurdo de los mayores. Esto me ha parecido verdad, y se ve bien en varias partes. Así, en el capítulo IV, cuando Alicia empieza a crecer (de altura) rápidamente dentro de una casa, hasta que todo le resulta pequeño, incómodo. O en el capítulo siguiente, en el V, cuando al hablar con la Oruga comprende que de tanto crecer y decrecer ya no sabe,exactamente, quién es, o no puede recitar correctamente las poesías de su infancia, como le ocurre al adolescente que deja de ser niño.

Pero, fuera de tanta profundidad, yo he leído el libro como un amable cuento, muy bien redactado, que te hace reír muchas veces, como cuando la Falsa Tortuga le cuenta a Alicia sus estudios en el colegio del mar,donde estudiaban lenguas muertas como "el Batín y el Friego". O cuando la Tortuga le suelta la siguiente reflexión:

"Nunca imagines no ser de otro modo que lo que a los demás les parece que eres o hubieras sido o pudieras llegar a haber sido, sino todo lo contrario".

Si pones esta frase en tu blog, sin decir de quién es, tus lectores creerán que eres un autor muy profundo.

En fin, un excelente consejo, que le da el Rey al Conejo Blanco en el capítulo XII, en pleno juicio final:

"Comienza por el comienzo, continua por la continuación y finaliza en el final". ¡¡Gran consejo para ir por la vida!!!

Sigo ahora con la continuación, "A través del espejo".

viernes, 3 de octubre de 2008

¡Toros!

Tarde de toros en Las Ventas: es tan grande la afición a “la Fiesta”, como se dice en España, que han tenido que inventarse una Feria de Otoño, antes de que acabe la temporada.

Los toros son, en España, una democracia imperfecta. El público (“el respetable”) opina todo el rato, y más aún el público de Madrid, que es muy exigente. Puede parecer que la faena va bien, en cada una de sus fases, pero el público rápido empieza a opinar, vía gritos, vía palmas, vía pitos: esto va demasiado deprisa, esto va demasiado lento, están picando al toro en exceso, le están dejando demasiado vivo. Esto es democracia. Pero es imperfecta, porque al final el que manda es el Presidente de la corrida, en su palco, con sus gafas negras. Tiene un gran pañuelo blanco que de vez en cuando, descuidadamente, deja caer sobre la barandilla. Frente a él, al otro lado de la plaza, hay un tambor y varios timbales, que según ven el pañuelo dan un redoble: hay que acabar con una fase y pasar a la siguiente, o lo que sea. De ahí viene un dicho español que significa que tienes tu última oportunidad: “le dieron el tercer toque”, si el torero (o quien sea) se está entreteniendo demasiado: el tercer toque le dice que ya vale, que lo deje y remate. Esta democracia imperfecta (el público propone, el Presidente dispone) se usa en el trance más importante, decidir si se premia al torero con una oreja, con dos orejas, con dos orejas y el rabo o con nada.


El toro muere, sin apelación: le toreen bien o mal, el toro muere. Pero en su muerte, inapelable como la de todos nosotros, puede haber grandeza. El toro puede embestir y defenderse, puede dar un gran espectáculo, pese a que todo esté perdido para él, o puede intuir que todo va a dar igual y desentenderse de la faena. Los seis de ayer (en realidad, novillos) eran un poco funcionarios, hicieron lo justo y gracias, pero yo he visto toros con muchísima más dignidad que los toreros que les toreaban. El colmo fue uno tan bravo, tan elegante, tan entregado, que una vez muerto la gente pidió (y el Presidente concedió) que saliera dando la vuelta al ruedo, entre aplausos, honor sólo reservado a los grandes toreros en las grandes tardes.


Casi nunca les pasa nada a los toreros, no hay ningún morbo por parte del público: se va a ver si torea bien o mal, no si le coge el toro o no. Por eso, cuando muy excepcionalmente hay un susto, es susto doble, porque nadie se acuerda de que el toro (500 kilos, o más) puede matar al torero. Ayer ocurrió. El torero del sexto y último toro, un chico casi adolescente, estaba desesperado: el público ya estaba harto, todo le parecía mal, todo lo pitaba, y él estaba perdiendo la gran oportunidad de su vida. Así que empezó a hacer todo tipo de machadas, en plan de mover el capote por detrás suyo, o tocar al toro en los cuernos: necesitaba que la gente pidiera, al final, la oreja. El toro se hartó de tanto juego, y sin previo aviso le pegó un golpe con la cabeza, le tiró al suelo y le pasó por encima. Salvó la vida porque sus banderilleros llegaron corriendo, movieron las capas y se llevaron al toro; si no, éste se habría dado la vuelta, le habría corneado en el suelo y le habría matado. /// Miré a la chica que estaba a mi lado: estaba llorando y su novio la consolaba. Menos mal que era el último toro, si no habrían tenido que irse a mitad de la corrida. Las lágrimas de la chica me conmovieron, me hicieron pensar. Todos los demás tuvimos, quizá, cierta brutalidad, cierta frivolidad: el hecho de que ella se conmoviera porque un chico de 20 años hubiera estado a punto de morirse me llegó al alma, me dejó algo triste (todo esto, en apenas tres minutos).

jueves, 2 de octubre de 2008

La tragedia de la mantequilla

“Leíamos —tú y yo— la vida heroicamente vulgar de aquel hombre de Dios. —Y le vimos luchar, durante meses y años (¡qué "contabilidad", la de su examen particular!), a la hora del desayuno: hoy vencía, mañana era vencido... Apuntaba: "no tomé mantequilla..., ¡tomé mantequilla!"

Ojalá también vivamos —tú y yo— nuestra..., "tragedia" de la mantequilla.”


(Punto 205 de Camino)