martes, 24 de junio de 2008

Insomnio

En la noche del domingo al lunes, entre el partido y la prórroga del España-Italia, me llama una de mis hermanas y me da una noticia que me indigna. Cuando me acuesto, un buen rato después, soy incapaz de dormir: por la ansiedad que me provoca la noticia, por el barullo de la celebración de la victoria, por el calorazo. Mi agobio es tal que no soy capaz ni de rezar el Rosario, para poner remedio a la noticia indignante. A las 3, harto, desconecto el despertador, pongo el lunes en manos de Dios (si Él no interviene será un día perdido) y, al poco, me duermo.

Me despierto asombrosamente pronto, apenas he dormido. Mientras me arreglo, noto los primeros síntomas de lo que va a ser un día alucinado, como leí que le pasaba a Van Gogh en su locura: todo lo que hago tiene una intensidad y un color extraños, como si fuera la primera vez que lo hago, como si no lo fuera a hacer de nuevo nunca más. Todo me sorprende: coger el peine, hacer la cama, ordenar la casa, como le debe de ocurrir a un niño la primera vez que lo hace sin la ayuda de su madre. Intensidad, sorpresa, fuerza de voluntad: en la oficina tengo mucho tiempo libre, y me pongo, por fin, tras meses de demora, a leer un estudio sobre si los sueldos españoles suben o bajan más que la renta nacional. Siempre me pareció complicado, pero ayer todo es de una sencillez rara. Me lo leo dos veces, para ver si es que no lo estoy comprendiendo, pero sí.

Cuando mi jefe me llama, es como un monigote de las pelis de los niños. Se pone a leer, con tono doctoral, un informe jurídico de 12 páginas, citas en latín incluidas. Según avanza, tengo el extraña sensación de que no lee en español, sino en húngaro, y que cuanto más avanza menos entiendo esa lengua. Debo hacer algún gesto extraño, pues en cierto momento me dice: “Enseguida acabo”.

Por la tarde quedo con una compañera que tiene cáncer; debe estar preocupada, pues habla y habla de la enfermedad, de los tratamientos, y yo le comprendo todo, como si hubiera estudiado Medicina: efectos secundarios, quimioterapias, metástasis y carcinomas, todo tiene para mi una claridad que nunca sospeché antes.

Todo el día está cubierto el cielo, plomizo. Pero al llegar la noche, se cubre del todo. Cuando estoy llegando a casa estalla espantosa la tormenta, un tormenta pavorosa, tropical, como si Dios pusiera su sello a un día muy bien aprovechado. El agua es tan fuerte que llega al fondo de mi portal, desde donde veo el huracán. Las hojas saltan de los árboles y el viento hacer remolinos con ellas y con el agua. Cuando por fin subo a casa, al lado de cada ventana se ha hecho un pequeño charco.

Dormí muy bien, hoy estoy contento: bien mirada, la noticia indignante no es para tanto.

9 comentarios:

alejops dijo...

A veces, por no decir casi siempre, nos damos cuenta de que algo que nos parecía tremendo(tremendamente bueno, tremendamente malo, tremendamente indignante...) no lo es tanto, mirado desde lejos. Lo difícil es verlo con perspectiva, justo en el momento en el que tienes el problema en tus narices. Claro que también se corre el peligro de mirarlo desde demasiado lejos y entonces desentenderte.
Para mí también fue un día extraño ayer. Ánimo y un abrazo para tu compañera.

teka dijo...

hay tantas veces que todo lo arregla una ducha de agua caliente y unas horas de sueño...
por lo demás opino lo mismo que alejops!!

Ramón_Lozano dijo...

pues a mí me encantan esas tormentas, sobre todo cuando estás en casa y hace el típico calorazo de Madrid y abres las ventanas refrescándose un poco la casa. Creo que es una buena forma de que acabe un día, sobre todo si empezó no muy bien.

Anónimo dijo...

Querido Alejops:

Reza por ella, la cosa va bien, pero hace falta el empujón final.

Querida Teka:

Bienvenida, aquí y allá, ya tú sabes.

Querido Ramón:

Si fuéramos más cursis de lo que somos diríamos que la de ayer fue dantesca.

F.

zocadiz dijo...

Como diría Santo Tomás,
Una ducha y un buen vino es la mejor solución frente a la tristeza. Aunque en realidad no sé si era una noticia triste, pero de todas formas sirve! ja!
nos leemos

Anónimo dijo...

A mi me encantan las tormentas. Bajo a la cochera sin paraguas -pues tengo que salir a la calle-, cojo el coche, arranco, salgo ¡...y a dar vueltas por Jaén!

Lo malo, el limpiaparabrisas no anda muy bien, lo cual me limita mucho.

Por lo demás, y además, bonita descripción del día.

Un saludo

(el examen bien... ¡gracias:)

AleMamá dijo...

Hay tiempos de "clarividencia" especial. Yo recuerdo uno en que me daba cuanta de un modo inédito que todo lo que sucedía no había sucedido nunca antes pues no había sido. Era una conciencia especialísima de que todo el día era nuevo y creado por Dios para mi y los demás. Raro, pero muy bello. Inefable.

Juan Ignacio dijo...

Pues entonces ha intervenido el que necesitabas.

En lo demás coincido con Alejops.

Avanti.

Anónimo dijo...

Muy humana tu reacción pero creo que siempre es necesario un tiempo o unos momentos para cobrar un poco de perspectiva la justa para ver que siempre y en todo hay algo aprovechable.
Animo con tu amiga. He vivido situaciones así y si se aprevechan sirven para mucho bien.