Lentamente, vuelve la paz. En los periódicos siguen saliendo noticias de camiones quemados en la madrugada, de fábricas de coches sin material para trabajar, de disturbios en los puertos, pero en nuestra vida cotidiana todo va volviendo a la calma: hay casi de todo en el súper, hay gasolina, hay donuts, hay periódicos. La huelga se va apagando.
Apuntaba Juan Ignacio en "La huelga (I)" la posibilidad de que estos hechos costasen popularidad al gobierno de Zapatero. La popularidad del gobierno es dura como el titanio, indestructible como el diamante. Tras dejar que el tema se pudriera, tomó dos medidas: llegar a un pacto con los empresarios que NO convocaban la huelga y, sobre todo, poner en marcha a 20 mil policías. Ambas cosas, por raro que parezca, han servido para que los súper vuelvan a estar (casi) llenos y la gente calmada. Ante la opinión de marujas y manolos, el gobierno queda como garante del orden, que no se ha plegado a las peticiones de los malvados patronos.
Ahora vuelvo a apreciar todo: la maravilla de poder comprar galletas y ARROZ, el milagro de poder tenerlo en casa y su sabor maravilloso, algo olvidado tras tantos años de normalidad.
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1 comentario:
Así que está bien parado el hombre, mirá vos (por algo es Zapatero).
Enhorabuena (ja, esta palabra la usan Uds. y ya se me pegó) entonces por las galletas y el arroz y todo eso.
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