Parte 1, sección 2, capítulo 1, artículo 1, parágrafo 4, apartados I a III, párrafos 279 a 294 y 315 a 319.
¿Has pensado alguna vez por qué Dios creó todo? ¿Qué le llevó a meterse en este lío? ¿Por qué Él, que vivía muy bien solo, puso en marcha todo esto, y en concreto por qué creó al hombre, libre para obedecerle o para desobedecerle, para amarle o para odiarle? ¿Qué llevó a Dios a tomar esta decisión?
Si yo fuera un niño pequeño, respondería: “Quizá se aburríra solo, tantos siglos; quizá quería tener a alguien que le sorprendiera, alguien a quien observar, como en un teatro”.
El Catecismo nos responde dos cosas. Primero, Dios creó todo por amor, por amor a sus criaturas que aún no existían: “Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su bondad” (pár. 293). Segundo, “Dios ha creado todas las cosas, explica San Buenaventura, (...) no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla” (pár. 293). En el resumen final del parágrafo se fusionan ambas motivaciones, como dos caras de una única moneda: “Dios creó al mundo para manifestar y comunicar su gloria. La gloria para la que Dios creó sus criaturas consiste en que tengan parte en su verdad, su bondad y su belleza” (pár. 319); es decir, “El fin último de la creación es que Dios, Creador de todos los seres, se hace por fin “todo en todas las cosas” (1 Cor 15, 28), procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad” (pár. 294).
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Me ha gustado especialmente este párrafo, muy buen resumen de las teorías sobre la creación y, en último término, sobre la existencia de Dios:
“Algunos filósofos han dicho que todo es Dios, que el mundo es Dios, o que el devenir del mundo es el devenir de Dios (panteísmo); otros han dicho que el mundo es una emanación necesaria de Dios, que brota de esta fuente y retorna a ella ; otros han afirmado incluso la existencia de dos principios eternos, el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas, en lucha permanente (dualismo, maniqueísmo); según algunas de estas concepciones, el mundo (al menos el mundo material) sería malo, producto de una caída, y por tanto que se ha de rechazar y superar (gnosis); otros admiten que el mundo ha sido hecho por Dios, pero a la manera de un relojero que, una vez hecho, lo habría abandonado a él mismo (deísmo); otros, finalmente, no aceptan ningún origen transcendente del mundo, sino que ven en él el puro juego de una materia que ha existido siempre (materialismo)” (pár. 285).
(¿No adivinas en esta claridad expositiva la mano de Benedicto, en aquella época Cardenal Ratzinger?)
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Dos ideas finales: primera, la Creación no es sólo obra de Dios Padre, sino también de Dios Hijo (Jn, 1,1-3) y de Dios Espíritu Santo (“Veni, Creator...”) (pár. 291); segunda, “la revelación de la creación es inseparable de la revelación [en el Antiguo Testamento] y de la realización de la Alianza del Dios único con su pueblo” (pár. 288) y culmina en la Encarnación, en la Resurrección y en la Redención, pues “el Misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el Misterio de la creación” (pár. 280): no se puede entender la creación si no vemos todo lo que pasó después.
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4 comentarios:
Muy buen retome de la serie...
Yes que fue por amor... y el amor conoce las razones, que la razón desconoce.
Me encanta que vuelvas a tomar el catecismo
Que buena y clara tu explicación de cosas archiconocidas, pero que a veces por los avatares del mundo loco, loco que tenemos no le prestamos la suficiente atención al catecismo, cuando en realidad tendríamos que tenerlo al alcance de la mano.
Gracias por hacerme reflexionar.
Besito
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