El matrimonio anciano se sentó dos bancos delante del mío, en Misa. Ella debía estar enferma, estuvo todo el rato sentada.
Poco antes de la consagración, estando él de pie, ella estornudó. Metió la mano en el bolsillo izquierdo del pantalón de él, sacó el pañuelo, lo desplegó, se sonó ruidosamente, volvió a doblar el pañuelo, lo volvió a meter en el bolsillo del marido. Él le sonrió.
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12 comentarios:
¡Eso es amor sin límites! es como compartir el cepillo de dientes.....¿tienes cara de asco? mucho peor, si lo piensas es un buen beso cinematográfico.
Buena semana, Fernando.
Genial, genial, genial.
¡Qué nivel! Cuánto por aprender ...
Contra todo pronóstico, el amor existe.
Lindísima tu entrada.
¡Gracias!
Esa complicidad, es la que me enternece
Qué buena comparación, Alemamá.
Gracias, Juan Ignacio.
Así es, Páterfamilias.
Así fue desde el inicio y así será hasta el final, Inmaculada.
Gracias, hermana.
Igual me pasó a mí, Miriam.
Esa sonrisa lo dice todo, la generosidad, la ternura y el amor sobre cualquier otra cosa. Matrimonio envidiable.
Un abrazo
Ese es el cenit de la compenetración:)
Saludos
Buenos días Fernando. Hay distracciones casi litúrgicas.Un abrazo.
Eso es lo que me dio a mí, Yeste, envidia, pero fue bonito.
Gracias, Dolega, y bienvenida.
Fue sólo un momento, NIP, pronto volví a concentrarme.
Viva los abuelos!!!!
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