Sigo leyendo La escala de las bienaventuranzas, de Jim Forest.
Bienaventurados los que lloran: por las penas ajenas; por los propios pecados; por los pecados ajenos.
Pero, para mí, el sentido propio de la bienaventuranza es: los que lloran porque por sus propias desgracias, por su enfermedad, por su soledad, por su fracaso, por su miedo. Ellos serán consolados algún día por Dios. Algo de esto dijo Benedicto en la Spe salvi: ha de haber vida eterna porque no puede ser que las injusticias de este mundo queden sin castigo ni consuelo.
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Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pero no se quedan en ese afán sino que realmente trabajan por la justicia y la caridad, según el autor.
lunes, 4 de junio de 2012
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5 comentarios:
Ser consolados es una tremenda gracia de Dios, del Consolador, específicamente. Hay seres que no sólo sufren sino que lo hacen sin esperanza de consuelo. Debe ser lo peor.
Saludos, Fernando.
Eso debe ser terrible, Alemamá. Pero incluso en ese caso esperemos que Dios algún día les libre de sus cadenas.
Suelo pensar en eso viendo los esclavos de Miguel Ángel.
Son las Bienaventuranzas de Mateo, ¿verdad?
Lo digo porque en Mateo Justicia es igual a voluntad de Dios, de tal modo que el sentido sería "bienaventurados los que tienen hambre y sed de la voluntad de Dios", es decir, los que quieren conocer y llevar a la vida, a la práctica, la voluntad de Dios que se expresa en Jesús, por eso serán saciados, cuando el Reino, la voluntad de Dios, sea todo en todos.
Qué elevado, Nodisparen.
Correcto, Andy, comenta el Evangelio de San Mateo. E interesante la puntualización de la voluntad de Dios, el autor no incide mucho en ello, me parece.
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