Como todos los años, voy a la basílica de San Miguel (del Opus Dei) a visitar su belén. Está bien, es agradable, tiene el detalle de tener en un rincón a San Josemaría Escrivá; pero yo echo de menos la montaña que ponían antes, en una cueva estaba el portal de Belén, en otra la expulsión de Adán y Eva, más allá la huida a Egipto, acá el sepulcro de Jesús tras la resurrección y -arriba de todo- la crucifixión. Con estos elementos, por muy burro o ateo que fuera uno, no podía dejar de vincular Belén con toda la historia de la Salvación.
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Voy contento y relajado por la calle. La gente lo nota y me hace preguntas: dónde está el Rastro, dónde está el Palacio Real, por qué tarda tanto en venir el autobús Circular.
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Como todos los años, espero con ilusión la gran Misa de las Familias, convocada por el Arzobispado y organizada por los neocatecumenales de Kiko Argüello. Este año, no sé por qué, no ha sido el domingo de la Sagrada Familia sino que lo será el próximo, el 2 de enero.
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4 comentarios:
Te das un paseo por todo los carismas, Belén del Opus, misa de Argüello...
Describes un belén muy lindo. Ojalá lo mantengan.
El mío este año pretendió ser especial, y terminé con un deslucido desparramo de bueyes, reyes, pastores y la Sagrada Familia sobre una mesita. Mal....
Saludos
El cuadro se completa con esto, Juan Ignacio: me confesé con los jesuitas y me peleé, de nuevo, con los frailes vecinos. ¡Viva la pluralidad de la Iglesia!
Seguro que es bien bonito, Alemamá, y que a tu familia le ha encantado, seguro.
Ja, ja.
Feliz año nuevo.
Un abrazo.
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