lunes, 14 de julio de 2008

Salió el sembrador ...

Es curioso como muchas veces no vemos las cosas más evidentes en el Evangelio.

Ayer la lectura de la Misa fue la parábola del sembrador, cuya semilla cae en diversos tipos de campo (Mateo 13,1-23) (curiosamente, la comentó hace no mucho Juan Ignacio). Este texto siempre me ha gustado, y siempre lo he entendido como una opción de vida: a partir de cierta edad, cuando uno ya ha madurado su fe (o su falta de fe), el Evangelio es algo que no ha llegado a representar nada en su vida, o que empezó siendo algo prometedor y se arruinó por causas internas o externas o, en fin, es algo vivo, que da más o menos fruto. Pero, en definitiva, una opción de vida, algo definitivo que salvo casos de conversión o de abjuración estará ahí ya para siempre.

Fui a Misa a un pueblo de Madrid. El sacerdote oficiante era un hombre algo rústico pero, desde luego, se le veía con mucha fe, con mucho convencimiento. Cuando comentó el Evangelio, dio una perspectiva de la parábola que me dejó sorprendió: no como opción de vida, sino como etapas de la vida. Así, habría etapas de mucha fe, de mucho (o poco) fruto, de mucho compromiso con Dios y los demás; luego vendrían otras en que, por problemas externos (agobios, preocupaciones) Dios pasaría a un segundo o un tercer plano; luego otras en que Dios casi desaparecería de nuestra vida; luego otras en que volveríamos a tener mucha fe y a dar mucho fruto; luego ...

Me quedé muy sorprendido, claro. Casi podríamos definir nuestra vida, en cada momento, con una frase u otra de este Evangelio: épocas de pedregal, épocas de tierra buena, épocas de asfalto, ...

Por la noche lo comenté con un amigo muy católico, y se quedó sorprendido de que me hubiera quedado sorprendido: a él también le parece evidente y fácil de ver el luminoso sentido que dio el cura.

Menos mal que estuve atento en la homilía.

5 comentarios:

Embajador dijo...

Pues yo soy, siguiendo tu categorización, "muy católico" y la verdad nunca había entendido esa parábola en los términos que expones, que son la mar de sugerentes. Muchas gracias por la entrada. Me ha dado mucho que pensar.

Juan Ignacio dijo...

Sin nunca tomar conciencia de esto yo tenía idea de algo así puesto que alguna vez me habían dicho que uno debe intentar transformarse (pedir y disponerse para serlo) en tierra fértil. Por supuesto, uno nunca llega a ser eso del todo, pero lo sigue intentanto. En ese tratar y pedir e intentar es que uno va avanzando y retrocediendo, haciendose más y menos fértil.

Anónimo dijo...

Embajador, Juan Ignacio, la observación del cura me pareció muy buena, muy profunda. No sé si sería suya, de su oración, o de un libro ajeno, pero me emocioné oyéndola. Como dije, es tan fácil que nos pasen inadvertidas las cosas más evidentes del Evangelio¡¡¡

F.

Jesús Sanz Rioja dijo...

El espíritu sopla donde quiere, ya sabes...

Rafael G. Organvídez dijo...

... y la Gracia se derrama donde menos se espera