(Después de ayudar a una persona, intenta contarme su vida; no me interesa, le corto rápido)
Se me ocurre que para poder ser personas caritativas, nos hacen falta dos gracias de Dios, una ordinaria, otra extraordinaria.
Un primer paso sería: haz a los demás lo mismo que quieres que los demás te hagan a tí (Mt 7,12), día a día, en las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Este primer paso es muy difícil, y requiere que Dios nos dé una ayuda que podríamos llamar ordinaria.
Un segundo paso es: amarás a los demás como a ti mismo (Mt 22, 39). Esto es todavía más difícil, yo diría que es un paso titánico, no se trata de tenerles una vaga simpatía o un cariño abstracto, sino de amarles. Por esta tremenda dificultad para lograrlo, haría falta una gracia enorme, extraordinaria.
Me parece que el orden correcto es éste: ayudar a los demás como si les amáramos como a nosotros mismos, acabar amándoles como a nosotros mismos. No al revés, creo, no estar esperando a que les amemos y nos salga espontaneo ayudarles, pues eso puede no llegar nunca. Es posible, no sé, que a lo mejor uno nunca llegue al segundo escalón: a lo mejor toda tu vida estás luchando por ayudarles, y nunca llegas a amarles como te amas a ti, o al menos como amas a tus familiares o a tus amigos.
martes, 22 de julio de 2008
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10 comentarios:
No vas mal, pero empieza por conocerte a tí mismo; luego todo fluirá mejor.
También haciendo lo que se haría cuando se ama con sentimientos vale aunque no los sintamos. Es una caridad más purificada del propio gozo.
Saludos
Es cierto. No puedes esperar a amar al otro para actuar. Muévete por él, y entonces acabarás amándole.
Por cierto, no estuve en la Almudena, aunque después vi por la televisión imágenes de allí. Yo me dormí, y a la siguiente mañana fui corriendo a conectarme a Internet para confirmar como noticia el rumor: Madrid 2011.
Yo creo que tener caridad con alguien ya es amarla, no se si con el mismo ímpetu que a la gente que conoces o a tus familiares pero es otra forma de amor.
La caridad en sí ya es amor.
Gracias por el consejo, Ignacio: hay que ser muy valiente para seguirlo, y yo soy algo cobarde.
Alemamá, Myriam, estamos de acuerdo, hay que actuar como si les amáramos, aunque aún no les amemos, quizá ese primer paso nos permita llegar al siguiente, a amarles de verdad.
¿Tan joven y te dormiste, Alejops? Yo creí que eso sólo nos pasaba a los cuarentones. En fin, lo importante fue la noticia, ya la ví en tu blog.
F.
Hola Fernando, ...y gracias!
Acabo de llegar a casa con ganas de coger el ordenador ya y te he leído, hasta donde me quedé. Me he perdido entradas muy buenas.
Me ha servido mucho la de la parábola del sembrador. No había caído en esa significación que propones (aunque parezca muy evidente...), tal vez haya que rebuscarla un poco.
Ese domingo escuché misa en Viena; conseguí una hoja en la que venían las lecturas, el Evangelio y una homilía en español, así que pude seguir la misa, junto con lo que recuerdo de tantas misas oídas, con meridiana entendibilidad.
En ella la homilía proponía que nos pusiéramos en el lugar del sembrador. No es el momento de comentarlo, pero, me hizo pensar que me tengo que olvidar de prejuicios tipo "a este no le digo nada que le da igual"; yo siembro y le digo a todo el mundo cosas, a voleo (como el sembrador que tiraba los puñados de semillas generosamente), que ya caerá en tierra buena.
Olvidé con mi viaje la visita del Papá... Me acordé en París al leer en un periódico (Le croix) algo sobre la JMJ. Lo compré, lo leí, y vi lo de Madrid. ¡Qué gran alegría me dio!Enhorabuena a todos
Saludos!
Fernando, es muy interesante la relación y gradación que has hecho. Primero "haciendo a los demas lo que..." y luego "amando a los demás como...".
Si bien es verdad lo que dice Myriam, de que hacer caridad con alguien es ya amarlo, creo que la diferencia a que apuntabas se puede volver a aclarar si decimos que lo que hay que hacer es "verdadera caridad".
Hacer bien caridad incluye varias cosas, como dar de buena cara, como no ofenderse si falta un gracias, como dar sin generar un sentido de humillación el otro, y lo más importante, darse a uno mismo es más importante que la ofrenda material.
Como bien lo deja planteado el caso ejemplo inicial, de qué sirve darle algo si en realidad no me involucro con la otra persona, no le doy lo que más necesita, lo que más bien le haría, a él y a mí.
Querido Sin Número:
Qué alegría tenerte por aquí!!!! Espero que aunque tengas tu blog en descanso, pases algún día por aquí y nos digas algo. Me hace gracia la vida tan universal que has llevado (Viena, París), espero que te haya servido de mucho.
Querido Juan Ignacio:
El tema es muy delicado, porque ahora nos educan para ser egoistas e ignorar el sufrimiento ajeno. Ya nos es muy difícil ayudar a los demás, pero es posible que si lo logramos, con la ayuda de Dios, hayamos dado un primer paso para quererles. Es lo que tú apuntas, se trata no sólo de ayudarles sino de hacerlo de tal modo que no les humillemos, que no se sientan inferiores a nosotros.
F.
Muy buen tema,
Pienso que en primer lugar, hay que estar atento a las necesidades de los demás, para que no se nos pasen desapercibidas. En segundo lugar, hay que detenernos ante su necesidad, para ocuparnos de nuestro hermano como nos gustaría que él se ocupe de nosotros. Y en tercer lugar, comprometernos, pues no ha de ser una emoción pasajera, sino un compromiso permanente, de asegurarnos el bienestar de ese hermano nuestro.
Dífícil, pero con Cristo lo podemos todo.
Gracias y bendiciones
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