Ya he contado en algún post que voy todos los días al trabajo en la misma línea de autobús, más o menos a la misma hora, por lo que algunos viajeros con los que suelo coincidir son para mí personajes familiares: por ejemplo, dos chicos que van a un colegio cercano a mi oficina, de uniforme.
Hace varios años, ellos eran niños: un niño normal, más bien bajo, y un niño normal, más bien alto. Los días que coincidíamos eran para mí días de alegría. Se sentaban y uno le decía al otro: “¡Ayer me llevaron mis padres al cine!”. “¡Ah, qué suerte!. ¿Y qué viste?”. Y el otro le contaba (nos contaba) la película: siempre era interesantísima, con grandes personajes, imitando los ruidos que salían. O bien decía el segundo al primero: “¡Ayer me llevaron mis padres al campo!” “¡Ah, qué bueno! ¿Y cómo era?”. Y el segundo le contaba (nos contaba) las cien cosas interesantes que un niño puede ver en un prado en el que su padre fríe chuletas: tal pájaro, tal río, tal montaña, tal excursionista, tal piedra. Creo que el día que mejor lo pasé fue cuando el segundo, el más bien alto, le contó al otro que su padre había comprado una revista de coches, que él se había estudiado: nos dio mil explicaciones amenísimas sobre carrocerías, diesel, airbags y pistones, temas que a mí me eran tan ajenos como el teatro japonés del siglo XVIII.
Para mí eran días de alegría, sí. Cuando uno ve tantos matrimonios aburridos, tantas familias que no saben de qué hablar, tanta gente colgada del aparato de música, era maravilloso ver como estos dos tíos podían fijarse y desarrollar mil detalles curiosos de algo sencillo (una peli, una charla de su madre con una vecina, ...), que hacían amenísimo el viaje y la vida. De alguna forma, tenían la capacidad de las mujeres, que saben sacar una historia interesante en donde el hombre ve un hecho breve, fácil de resumir.
Los años han pasado. Ya no son niños, sino adolescentes. El niño normal, más bien bajo, es ahora un adolescente alto. El niño normal, más bien alto, es ahora un adolescente gigantesco. El adolescente alto tiene problemas en casa, sus padres se han separado, y la relación con la madre no es buena. El adolescente gigantesco tiene problemas en clase, ningún profesor le comprende, ni sus padres comprenden que saque malas notas. Todo son quejas. Los otros dos únicos temas de conversación son las gamberradas de los compañeros de clase y el mundo tedioso de las playstation, los vídeojuegos y los dragonball. Ya no hay detalles, ya no hay sorpresa ni curiosidad, ya no hay alegría, sino rencor e ira.
Es un alivio cuando se bajan, varias paradas antes que yo.
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7 comentarios:
Es que la adolescencia es esa etapa en la que la actividad mental del ser humano se reduce al nivel de un percebe. Dicen que puede venir de "adolecer" y eso lo explicaría todo. Pero todo pasa.
Todos los que hacemos la misma ruta en metro o, sobretodo, en autobús ya tenemos nuestros personajes fijos, que vemos muchas veces. Sin embargo, eso de verlos crecer año tras año debe de ser curioso, yo siempre los pierdo de vista cuando pasan unos meses.
P.D.: creí entenderte el otro día que tienes problemas para hacer un comentario en mi blog. Pero, que yo sepa, creo que tiene el mismo sistema que este. ¿Te referías a eso?
Saludos
Hola.
Yo no tengo que esperar tantos años. Yo veo a niños por la calle tan inocentes y tan buenecicos que ya de primeras me da pena saber que cuando pasen unos años van a acabar como los adolescentes de los que hablas.
Es cierto que no son pocos, por su parte, los que salen adelante con la misma bondad que en un principio. Pero bueno, los diferencio a unos y otros viendo a sus padres. Esta técnica no suele fallar.
Un saludo
No sabes, Fernando cómo me interpela tu post. Es excelente.
Compartimos el que me encanta escuchar las conversaciones de los chicos-chicos, ¡son geniales! y si escuchas con atención, muuuuuy didácticas. Los padres podemos sacar muchas conclusiones de cómo te ven si te imitan así o asá.
****
Un problema tengo con tu sitio: Me encantaría anotarlo en mi lector de feeds para saber cuando has subido algo nuevo, pero me parece que no has habilitado esa opción en la configuración de tu sitio. Si pudieras solucionarlo, estaría muy contenta de visitarte más a menudo.
Saludos
Me sorprende lo de cerca que has estado en sus vidas sin que ellos lo sepan. Quizás los has escuchado más que alguien de su familia.
Qué difícil etapa de la vida esa intermedia que hoy existe entre el níño y el adulto. Y justo hoy nos dice el Evangelio que debemos entrar como los niños al reino de los cielos.
a lo mejor en unos años les vuelves a oir hablar con la misma ilusión de sus hijos, de su mujer...
animo!!
Querido Alejops: problema resuelto, como has visto.
Querido Sin Número: eso me pasa a mi con mis sobrinos, que por ahora son querubines bondadosos, pero que están siendo educados para ser vándalos.
Querida Alemamá: problema resuelto, nuevamente. / Te queda mucho para que tus dos hijos lleguen a darte estos problemas, me parece.
Querido Juan Ignacio: imposible no oirles, no sé por qué a todos los españoles nos gusta hablar a gritos.
Querida Teka: ¿cuando sean padres y esposos van a seguir yendo al colegio? Espero que sea como profesores, y no como alumnos. / Sigo rezando por tí, y espero que tú te sigas pasando por aquí.
F.
jaja no había caido en eso!!!
pues muchas gracias. si , yo sigo passando por aqui aunque no escriba tanto como antes.
un saludo tekaenmadrid!!jaja
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