viernes, 19 de diciembre de 2008

El Quijote (IV)

Ya vimos en las anteriores entradas sobre el libro cómo Don Quijote, que en la primera parte era sólo un personaje literario, se vuelve, en la segunda, un personaje real: el libro que nosotros hemos leído, la primera parte, aparece en la segunda parte, para asombro de Don Quijote y Sancho, y todos hablan sobre ella, como pudiéramos hacerlo nosotros, que también la hemos leído. La primera parte ya no es una obra literaria, sino histórica, de la que se puede discutir si ha reflejado bien o no lo que ocurrió realmente. Ya expusimos en los tres comentarios anteriores cómo los personajes leen o han leído el libro, y las conclusiones a las que llegan al conocer a Don Quijote.

Cuando ya falta poco para llegar al final, la historia da un nuevo giro: aparece otro libro, tan real como la primera parte que hemos leído: la segunda parte del Quijote, escrita por un tal Avellaneda, natural de Tordesillas, libro que realmente se editó y vendió en la España de Cervantes. Este libro indigna a Don Quijote, no sólo porque está mal escrito, sino porque no refleja la realidad de la historia: así, dice que él dejó de amar a Dulcinea del Toboso, idea absurda y sacrílega, claro. Los personajes de la segunda parte auténtica que han leído esta continuación apócrifa reconocen pronto esto: que el Don Quijote que ellos tienen delante es el auténtico, que se parece totalmente al del libro 1º que leyeron, y que no tiene nada que ver con la continuación de Avellaneda.

Por supuesto, el indignado no es Don Quijote, sino el propio Cervantes, al que le robaron lo que ahora llamaríamos propiedad intelectual, y además con estilo mediocre. Durante estos capítulos, cercanos al final, de vez en cuando habrá pullas contra el libro falso: una señora tiene una visión del infierno, y ve a los temibles diablos de la puerta jugando a arrancar y quemar las hojas de un libro que resulta ser ... el Quijote de Avellaneda; Don Quijote hace testamento, pide perdón a todos los que ha ofendido y, entre otros, a Avellaneda, por haberle dado la idea para escribir un libro tan malo.

¿Acaba aquí la cosa? Ni mucho menos, el genio de Cervantes lleva a dar un último giro, estupendo. Nosotros creemos que Avellaneda se limitó a escribir una historia falsa, que no se correspondía con la realidad de Don Quijote. Pero, en el capítulo LXXII, ya cerca del final, Don Quijote se encuentra con otro caballero, llamado Don Álvaro Tarfe. ¿Y quién es este señor? Pues uno de los personajes principales del Quijote falso. Cervantes le mete en su novela, le da nueva vida, y al ponerse a hablar con Don Quijote sobre la primera parte se vuelve, por ello, personaje real. Y es que resulta que sí, que sí que ha existido otro falso Don Quijote y otro falso Sancho, no son mera invención de Avellaneda sino personas reales, suplantadores, con las que Don Álvaro habló y caminó. Tras charlar un rato con los auténticos, Don Álvaro reconoce que aquellos dos eran falsificadores. De esta forma genial, Cervantes da un giro asombroso: el Quijote de Avellaneda no sólo es una mala novela, sino un libro histórico que contó la historia de unos suplantadores.

5 comentarios:

alejops dijo...

Yo también lo estoy leyendo, pero aún estoy en la primera parte. Es magnífico, pero se me hace un poco pesado a veces, al incluir historietas que poco tienen que ver con Don Quijote.
Cervantes debía de tener mucho humor. Recuerdo cómo en el capítulo de la quema de los libros incluye uno suyo, haciendo más simpático el episodio.

Rafael G. Organvídez dijo...

Fernando: disiento de tu comentario al decir que Don Quijote es un personaje literario en la primera parte y se hace real en la segunda. Creo que lo contrario sería incluso más correcto: el personaje de la primera parte es el real, el que tiene carne y vida, el autor protagonista de la historia escrita por el autor arábigo Cide Hamete. Al incluirse en la segunda parte las referencias al Quijote escrito es cuando lo convertimos en un personaje literario.
De todas formas, el asunto es muy complicado: Cervantes juega de continuo con la realidad y la ficción -como Velázquez en Las Meninas- y lo que a ti te parece yelmo a mi me parece bacía de barbero.
Un saludo

maria jesus dijo...

Fernando, Feliz Navidad. Un saludo

Fran dijo...

Vengo de visitar a Alemamá y me han interesado mucho estas entradas sobre el Quijote.
Últimamente estoy eligiendo libros de autores no actuales y disfruto bastante. Es una buena idea empezar el año con El Quijote porque además para mi vergüenza no lo he leído entero aunque sí conozco bien algunos pasajes. Así es que retomaré los comentarios en este blog para tenerlos en cuenta.
Feliz Navidad.

Fernando dijo...

Alejops, me alegro de que lo estés leyendo. "Aguanta" esos vericuetos en los que se mete a veces, porque vale la pena llegar hasta el final.

Rafael, es muy exacto lo que dices. Yo quería decir que, si Don Quijote y los demás personajes que salen hablan de un libro real que nosotros también hemos leído, es como si ya no fueran personajes, ni el libro una novela, sino personas reales, y el libro una historia real. Pero, como dices, es muy complejo, afortunadamente.

María Jesús, qué gran alegría volver a verte por aquí.

Anímate a leerlo entero, Fran : como ya sabes, es una obra maravillosa, se lea de seguido o salteado.