El joven rico de mi novela tuvo una vida larga y feliz. Se casó con la chica alta de la ciudad vecina, tuvieron muchos hijos que les dieron muchos nietos, como a los patriarcas del Antiguo Testamento. Lejos de Jerusalén y de las revueltas contra los romanos, sus años transcurrieron prósperos y moderados, capítulo tras capítulo.
El joven rico de mi novela nunca se convertiría, nunca se haría cristiano, sería un judío devoto hasta el final, gran lector de los Libros sagrados, cumplidor serio de sus obligaciones. No habría en mi novela un final apologético, como en los libros de romanos que leíamos de niños. Él vería con admiración la conversión de amigos suyos a la nueva religión, quizá ayudara a alguno a huir de la excomunión de los rabinos, pero el hecho de que aquel Hombre, Jesús, hubiera muerto en la cruz le convencería para siempre de que Él no era el Mesías, pese a las historias que circulaban sobre su resurrección, y que hizo bien en no seguirlo.
Y, sin embargo, al final de su vida, ya viudo tras muchos años de buen matrimonio, el Espíritu Santo le rozaría con su ala en el capítulo final. Iría un día a la cima de un monte, a visitar una nueva tierra que comprar, y desde allí vería la puesta de sol del verano, y pensaría en su vida, en su vida tranquila, con desengaños y con alegrías, todo había pasado muy deprisa, de repente era viejo, no había aprovechado tantos años; y pensaría en aquella lejana charla con Jesús que podría haberlo cambiado todo, cómo habría sido su vida si se hubiera atrevido a dar el paso, y en aquel Hombre, distinto a todos los que conoció después.
jueves, 25 de noviembre de 2010
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11 comentarios:
Me pregunto, con este final, si habiendo conocido a Jesús, teniendo su gracia y habiendo sido escogido e invitado por Dios encarnado a seguirle de cerca, incluso como casado, si se habrá salvado. Me parece que tuvo una vida bastante tibia y comodona.
¿Qué crees, se salvó o no?
La pregunta de Alemamá es más interesante.
Yo no logro ver cómo después de tanto tiempo de haber rechazado esa idea de Mesías ahora podría. Creo que necesita darse más letra a ese cambio. Parece muy repentino (por el texto, eh, no digo que sea imposible).
Es muy hermoso.
Yo creo que se salvó.
un saludo
Pues a mi me encanta esta vida del jóven-maduro-anciano, rico.
Me encanta que haya tenido una vida feliz, con hijos y nietos porque eso significa que aunque en su momento, no fué capaz de dar el paso, sin embargo, si estuvo abierto a la vida, si fué generoso y si ha sido feliz es porque de algún modo, ha seguido la voluntad de Dios en su vida.
Jesús le salió al paso y le hizo una propuesta y por supuesto le dejó elegir con libertad.
Dios es GRANDE y no le priva de la felicidad simplemente por el hecho de que en un momento puntual no pudiera o no supiera, discernir adecuadamente y seguir esa llamada.
Me gusta esta novela.
Me gusta el final.
Ana M.
Entraba y entraba y creía que no actualizabas. Me acabo de dar cuenta de que estabas escribiendo la novela, así que me la voy a leer entera y te digo lo que me parece, en plan crítico especializado.
Siento la confusión, es el streesss, despues de lo que te animé a hacerlo
Estoy seguro de que sí, Alemamá, si de buena fe cumplió con los mandamientos de su religión (como había hecho desde niño) estoy seguro de se salvó. Ya lo veremos algún día, ¿verdad?
No se convirtió, Juan Ignacio, murió siendo un judío ortodoxo; eso no impide que de viejo reflexionara sobre lo que había sido su vida de haber dicho sí a Jesús.
Gracias, Kris.
Muchas gracias, Ana M. En el post (I) dije que su drama reflejaba el drama de todos nosotros, y es como tú dices: aunque no seamos capaces de decir SÍ a Dios al 100% eso no impide que hagamos bastantes cosas buenas.
No te preocupes, María Jesús, entre nosotros hay la suficiente confianza para no liarse con estas cosas. Gracias.
Perdón, he entendido mal. Ahora me resulta triste.
Gracias por el relato. No he querido comentar nada hasta el final porque -se lo confieso- temía interrumpirlo.
Podemos imaginar mil finales pero ninguno mejor que el de un hombre que -al final- imagina otro final para su vida.
Otra vez, gracias.
Triste no, Juan Ignacio, sólo realista.
Gracias por su benevolencia, Don Javier.
¿Benevolencia? Seguramente no he sabido expresar mi admiración. ¡Gracias!
Está muy bueno. Saludos
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