martes, 4 de mayo de 2010

El cura de Ars (y II)

El libro narra la vida del cura de Ars, maravillosamente monótona durante 40 años de sacerdocio (1818-1859), dedicado casi en exclusiva a confesar. Dormía unas pocas horas, se levantaba a la 1 de la madrugada y estaba más de 12 horas diarias en el confesionario. Su fama de gran santo y gran confesor se extendió por toda Francia e incluso por el extranjero: en la estación de coches de la cercana Lyon pusieron una taquilla y un coche sólo para la línea Lyon-Ars, cosa admirable teniendo en cuenta que ésta era una aldea de apenas 200 habitantes. La gente esperaba dos o tres días de cola para poder confesarse con él.

Se nos va narrando, también, su evolución personal hacia la santidad. Sorprende leer, por ejemplo, que el dulce viejecito que conocemos fue de joven un hombre muy irascible, y que sólo con la ayuda de Dios fue llegando a una perfecta mansedumbre.

Monotonía de los días, monotonía de las virtudes, pero el libro tiene varios capítulos de hechos extraordinarios, en los que lo sobrenatural entraba en la tranquila vida de la aldea:

·El cura de Ars y el diablo: durante muchos años el demonio se apareció en la vida del cura, molestándole, impidiéndole dormir: por la noche los vecinos oían voces extrañas. Una vez que fue a predicar a otro pueblo los demás habitantes de la casa oyeron ruidos extraños en su habitación: al entrar se encontraron la pesada cama en medio de la habitación y al cura con cara de pánico. Incluso una vez el diablo prendió fuego a su dormitorio, vacío y cerrado con llave: el fuego formó una línea perfecta, rodeando un retrato de un santo que había en la pared. Se narran algunos exorcismos practicados por el cura de Ars, de mucho espanto.

·El cura de Ars y el don de la adivinación. Dios concedió al santo poder adivinar hechos del pasado (pecados de los penitentes que estos habían olvidado hace mucho), del presente (dónde estaba alguien a quién todos suponían en otro lugar del pueblo) y del futuro (cuántos meses, exactamente, le quedaba a alguien de vida). Estos dones no se extendieron a poder profetizar los grandes hechos de la vida de Francia que habrían de ocurrir tras su muerte, pese a algunas falsificaciones hechas por otros clérigos.

·El cura de Ars y los milagros. Además del milagro cotidiano de muchas conversiones, el cura logró curar a mucha gente con enfermedades graves; como era tan humilde, difundió el culto a santa Filomena, sin ninguna devoción hasta ese momento en esa zona de Francia, para que le rezaran a ella y creyeran que el milagro se había hecho por su intercesión.

·El cura de Ars y la Virgen María. Tres o cuatro veces alguna gente del pueblo sorprendió al cura hablando con la Virgen María: Ella les sonrió amablemente, antes de que se retirarán espantados.

·El cura de Ars y las almas del Purgatorio. (Esta parte me gustó mucho). En algunos casos, al santo le fue concedido poder ver si el familiar de algún penitente estaba ya en el Cielo o aún en el Purgartorio, y en tal caso si "arriba o aún abajo". En concreto, una mujer de fuera del pueblo fue muy agobiada pues su marido, librepensador, había muerto súbitamente, sin confesar; sin que ella le dijera nada, el santo le dijo que estuviera tranquila, su marido estaba en el Purgartorio "por las flores": toda su vida había ayudado amorosamente a la esposa a poner flores en el Sagrado Corazón, y ese detalle le había valido tener tiempo de arrepentirse antes de morir.

...

El libro acaba con la muerte santa del cura, su posterior beatificación y canonización. Se narran con todo detalle sus horas finales, y ahí dijo una frase que me emocionó. Cuando le llevaban la última Comunión se puso a llorar; uno de los asistentes le preguntó qué le ocurría: "Es triste comulgar por última vez".

10 comentarios:

Capuchino de Silos dijo...

¡Qué preciosidad de entrada!.
Me quedo con la última frase y con lágrimas en los ojos.

Un abrazo

maria jesus dijo...

Fernando, me ha encantado la entrada y he buscado la nº I pero no la encuentro.
¿Cual es el título del libro?

Pasate por mi blog, por favor y echa una mano

AleMamá dijo...

Es muy impresionante su vida. Lo he admirado por años de años.
Saludos y gracias

Esperanza dijo...

¡qué bonito!, no me canso de leer cosas del sto Cura de Ars...
A mi me ha impactado el detalle de aquel que tuvo la oportunidad de arrepentirse "por las flores". ¡Al Señor no se le escapa ni una!

Ciao.

Juan Ignacio dijo...

Muy buen resumen. Ya sabemos del cura de Ars gracias a Fernando. Gracias.

Fernando dijo...

Me alegro de que te emocionara, Capuchina, gracias.

La parte (I) la publiqué el 14 de abril, María Jesús, quizá debiera haber puesto un enlace.

Yo apenas le conocía, Alemamá, a partir de ahora me interesaré más por su vida.

Así es, Esperanza, es un detalle muy bonito. Todo el capítulo de las revelaciones sobre las almas del Purgatorio es fascinante, yo las tengo mucha devoción y lamento que en la Iglesia haya dejado de hablarse de ellas.

Gracias, Juan Ignacio, me alegra que te sea útil.

Andy dijo...

Fernando, muchísimas gracias por ponernos la segunda parte de tan ejemplarizante vida.

A mi también me ha gustado especialmente la parte de las ánimas del purgatorio..."por las flores".

Muchas gracias, un abrazo!

Fernando dijo...

Hola, Andy, aún más te gustaría el capítulo del libro en el que se habla de ese asunto. Por desgracia, a veces le era dado ver que alguien se había condenado por su resistencia a confesarse al final.

ALMA dijo...

Fer, mi amigo, leí este post durante la semana y como estoy en la oficina no puedo comentar.
Me encantó conocer la historia del cura de Ars, que desconocía y también desconocía a Santa Filomena, a quien atribuía sus milagros.
Tal vez soy un poco dura de entendederas, pero no entendícuando te referís a las almas del purgatorio, el caso del sr. que acompañaba a su mujer a colocar flores al Sagrado Corazón y por eso se arrepintió?, no me queda claro

Fernando dijo...

Querida Alma:

El señor no era practicante, pero por amor a su esposa colaboraba con ella en poner flores a la imagen del Sagrado Corazón. Él murió de repente, sin poder confesar. La esposa quedó agobiada, pensando que se había condenado, pero el cura de Ars -que no les conocía, no eran del pueblo- tuvo una visión: en agradecimiento al amor de él, se le concedió un momento antes de morir, que él aprovechó para arrepentirse y salvarse.