Parte 1, sección 2, capítulo 2, artículo 2, párrafos 422 a 455.
(Como ya expliqué en julio, quiso la casualidad que el fin de curso coincidiera con el del estudio de Dios Padre, y que el inicio del año 2009-10 se corresponda con el comienzo de Dios Hijo. Vamos a ello)
Tras una explicación sobre la importancia de Jesús en la catequesis y en el apostolado (pár. 422 a 429), el Catecismo desarrolla los cuatros nombres de Jesús que cita el Credo: “Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor”.
Jesús Jesús se llama así porque el ángel Gabriel se lo dijo a María, en la Anunciación (Lc 1,31) y a José, en sueños (Mt 1, 21). Es un nombre hebreo que significa “Dios salva” (pár. 430), lo que al Catecismo le parece un gran acierto: porque efectivamente Jesús vino a salvarnos, no sólo de Egipto, sino sobre todo de nuestro pecado (pár. 431) y porque así el nombre de Dios queda incluido en el nombre de Jesús, y al invocar a Éste ya estamos llamando a Aquel (pár. 432).
Cristo Esta palabra significa "Ungido", igual que "Mesías" en hebreo (pár. 436): si este adjetivo queda incorporado al nombre de Jesús (Jesucristo) es porque de todos los ungidos (= elegidos por Dios, tocados por el óleo) que salen en la Biblia (pár. 436: reyes, sacerdotes, profetas) Él fue el más importante, el Ungido por excelencia, Dios Padre le ungió como Rey, como sacerdote, como profeta.
Los párrafos 437 a 440 van citando pasajes del Evangelio en que Jesús fue denominado Cristo / Mesías por sus contemporáneos: en el anuncio a los pastores (pár. 437: Lc 2, 11), en las conversaciones con la samaritana (pár. 439: Jn 4, 25) y con Marta (pár. 439: Jn 11, 27), en la confesión de Pedro (pár. 440: Mt 16, 16-23) y, con desprecio, por el mal ladrón crucificado con Él (pár. 440: Lc 23, 39) (además de muchas veces en que le dieron el título equivalente de “Hijo de David”, pár. 439).
(Una hermosa aclaración de San Ireneo de Lyon: “El que ha ungido es el Padre, El que ha sido ungido es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu que es la Unción” (pár. 438))
Hijo único de Dios El título “Hijo de Dios” ya había sido usado varias veces en el Antiguo Testamento de forma analógica, haciendo referencia a la “filiación adoptiva” por Dios de Israel o de algún personaje (pár. 441), y es posible que alguno de los contemporáneos que llamaron así a Jesús (pár. 441: el centurión romano junto a la Cruz, Mt 27, 54) lo usaran sin ser conscientes de lo que decían. Pero en varios pasajes del Nuevo Testamento el término se usa ya en un sentido literal, es decir, dejando claro que Jesús tenía la misma naturaleza (divina) que Dios Padre: en la confesión de Pedro (pár. 442 y 443: Mt 16, 16), inspirada por el Padre, en el interrogatorio del pontífice (pár. 443: Lc 22, 70) y en la predicación de San Pablo (pár. 442: Hechos 9, 20). Con ello no hacen sino repetir lo que el mismo Dios Padre había dicho en dos grandes momentos, en el Bautismo en el Jordán (pár. 444: Mt 3, 17) y en la Transfiguración (pár. 444: Mt 17, 5).
Aquí el Catecismo hace una aclaración muy interesante: Jesús “distinguió su filiación de la de sus discípulos, no diciendo jamás “nuestro Padre”, salvo para ordenarles “vosotros, pues, orad así: Padre nuestro ...” (Mt 6,9)” (pár. 443): siempre habla de “vuestro Padre” (Mt 5, 48) (Mt 6, 8) (Lc 11, 13), de “mi Padre” (Mt 7, 21) e incluso de “mi Padre y vuestro Padre” (Jn 20, 17).
Señor Es la forma en que a veces, en el Antiguo Testamento, se llamaba a Dios. El Catecismo, en sus párrafos 446 a 451, cita muchos casos en que la gente, al pedirle algo a Jesús, usaba este título reconociendo así su poder y -de alguna forma- su divinidad, y también pone ejemplos de los Hechos de los Apóstoles y de las Cartas en que ya se era consciente de que Jesús era Dios, el Señor.
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2 comentarios:
Como siempre, muy interesante este capítulo 15.
Danke¡¡
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