sábado, 7 de febrero de 2009

Spe salvi (V)

Esperanza y oración

Como gran “lugar de aprendizaje y ejercicio de la esperanza” cita Benedicto la oración:

“Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que reza nunca está totalmente solo” (pár. 32).

Con la oración no logramos sólo una esperanza psicológica, un mero alivio mental, sino una fuerza práctica: gracias a que rezamos, Dios nos sigue dando fuerzas, y esto no permite seguir avanzando.

“Así nos hacemos capaces de la gran esperanza y nos convertimos en ministros de la esperanza para los demás: la esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los demás. Y es esperanza activa, con la cual luchamos para que las cosas no acaben en un “final perverso”. Es también esperanza activa en el sentido de que mantenemos el mundo abierto a Dios” (pár. 34).

En el párrafo 33 Benedicto, experto en la materia, nos ofrecerá toda una guía breve para aprender a orar. La oración no es un mero ejercicio de introspección, sino un diálogo con Dios, que nos lleva a enfrentarnos a nuestras contradicciones, a superarlas (¡o no!) y así poder abrirnos a los demás:

“Rezar no significa salir de la historia y retirarse en el rincón privado de la propia felicidad. El modo apropiado de orar es un proceso de purificación interior que nos hace capaces para Dios y, precisamente por eso, capaces también para los demás. En la oración, el hombre ha de aprender qué es lo que verdaderamente puede pedirle a Dios, lo que es digno de Dios. Ha de aprender que no puede rezar contra el otro. Ha de aprender que no puede pedir cosas superficiales y banales que desea en ese momento, la pequeña esperanza equivocada que lo aleja de Dios. Ha de purificar sus deseos y sus esperanzas. Debe liberarse de las mentiras ocultas con que se engaña a sí mismo: Dios las escruta, y la confrontación con Dios obliga al hombre a reconocerlas también”.

7 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Yo no me atreví a resumirla, pero tengo algunas entradas sobre Spe salvi.

Fernando dijo...

Hola, Ángel, te felicito porque has ganado el Premio al Comentarista Más Despierto: creo que nunca me habían comentado un post a los 10 minutos de colgarlo.

Gracias por el enlace a tus entradas sobre la encíclica: los leeré todos, y ya te comentaré.

Juan Ignacio dijo...

Ambos me facilitaron el trabajo para cuando la lea, gracias.

alejops dijo...

Es una encíclica espectacular.

"Cuando ya no puedo hablar con ninguno, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme, Él puede ayudarme"

Me recuerda a la frase de Gandhi que ahora han puesto en algunos autobuses: «Cuando todos te abandonan, Dios sigue contigo».

Saludos, Fernando, y enhorabuena por estas entradas sobre "Spe salvi"

Fernando dijo...

Juan Ignacio, bienvenido!!!, te suponía de vacaciones.

Alejops, gracias por el comentario, en su día leí los tuyos sobre la encíclica, que me animaron a leerla y a estudiarla.

Juan Ignacio dijo...

Hola Fernando, anduve muy poco por Internet en estos días (para las vacaciones... ¡falta poco!)

Fernando dijo...

Pues lo dicho, Juan Ignacio: ¡¡hola de nuevo!!