Tarde de toros en Las Ventas: es tan grande la afición a “la Fiesta”, como se dice en España, que han tenido que inventarse una Feria de Otoño, antes de que acabe la temporada.
Los toros son, en España, una democracia imperfecta. El público (“el respetable”) opina todo el rato, y más aún el público de Madrid, que es muy exigente. Puede parecer que la faena va bien, en cada una de sus fases, pero el público rápido empieza a opinar, vía gritos, vía palmas, vía pitos: esto va demasiado deprisa, esto va demasiado lento, están picando al toro en exceso, le están dejando demasiado vivo. Esto es democracia. Pero es imperfecta, porque al final el que manda es el Presidente de la corrida, en su palco, con sus gafas negras. Tiene un gran pañuelo blanco que de vez en cuando, descuidadamente, deja caer sobre la barandilla. Frente a él, al otro lado de la plaza, hay un tambor y varios timbales, que según ven el pañuelo dan un redoble: hay que acabar con una fase y pasar a la siguiente, o lo que sea. De ahí viene un dicho español que significa que tienes tu última oportunidad: “le dieron el tercer toque”, si el torero (o quien sea) se está entreteniendo demasiado: el tercer toque le dice que ya vale, que lo deje y remate. Esta democracia imperfecta (el público propone, el Presidente dispone) se usa en el trance más importante, decidir si se premia al torero con una oreja, con dos orejas, con dos orejas y el rabo o con nada.
El toro muere, sin apelación: le toreen bien o mal, el toro muere. Pero en su muerte, inapelable como la de todos nosotros, puede haber grandeza. El toro puede embestir y defenderse, puede dar un gran espectáculo, pese a que todo esté perdido para él, o puede intuir que todo va a dar igual y desentenderse de la faena. Los seis de ayer (en realidad, novillos) eran un poco funcionarios, hicieron lo justo y gracias, pero yo he visto toros con muchísima más dignidad que los toreros que les toreaban. El colmo fue uno tan bravo, tan elegante, tan entregado, que una vez muerto la gente pidió (y el Presidente concedió) que saliera dando la vuelta al ruedo, entre aplausos, honor sólo reservado a los grandes toreros en las grandes tardes.
Casi nunca les pasa nada a los toreros, no hay ningún morbo por parte del público: se va a ver si torea bien o mal, no si le coge el toro o no. Por eso, cuando muy excepcionalmente hay un susto, es susto doble, porque nadie se acuerda de que el toro (500 kilos, o más) puede matar al torero. Ayer ocurrió. El torero del sexto y último toro, un chico casi adolescente, estaba desesperado: el público ya estaba harto, todo le parecía mal, todo lo pitaba, y él estaba perdiendo la gran oportunidad de su vida. Así que empezó a hacer todo tipo de machadas, en plan de mover el capote por detrás suyo, o tocar al toro en los cuernos: necesitaba que la gente pidiera, al final, la oreja. El toro se hartó de tanto juego, y sin previo aviso le pegó un golpe con la cabeza, le tiró al suelo y le pasó por encima. Salvó la vida porque sus banderilleros llegaron corriendo, movieron las capas y se llevaron al toro; si no, éste se habría dado la vuelta, le habría corneado en el suelo y le habría matado. /// Miré a la chica que estaba a mi lado: estaba llorando y su novio la consolaba. Menos mal que era el último toro, si no habrían tenido que irse a mitad de la corrida. Las lágrimas de la chica me conmovieron, me hicieron pensar. Todos los demás tuvimos, quizá, cierta brutalidad, cierta frivolidad: el hecho de que ella se conmoviera porque un chico de 20 años hubiera estado a punto de morirse me llegó al alma, me dejó algo triste (todo esto, en apenas tres minutos).
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6 comentarios:
Lo de los toros es algo que no comprendo aunque sea tan tradicional. Lo encuentro injusto por más que el toro pese 500 kilos. El animal está ahí obligado, el chico, no, y que DEBE morir, sí o sí es el pobre bruto.
Perdón, eso pienso.
Iba mucho a los toros en la Plaza México, pero ya no.
Me ha gustado. Te he "linkado" y le he dado una vuelta de 180º a tu argumento.
Qué pintura. Gracias.
He vuelto acá por el link en el post de hoy. Opino igual que entonces.
Escribes muy bien, Fernando. Pareciera que estoy donde creo que nunca voy a ir.
Cariños.
(Puse cariños, que es como nos despedimos en latinoamérica de los amigos más entrañables. Tú, en este mundo virtual te has hecho bien real)
En teoría, la primera oreja es según la petición del público, así que es una "democracia por categorías". Del toro me gusta la cuestión dramática, un poco según ha teorizado, desde el punto de vista de la dramaturgia, Boadella. El hombre que se enfrenta a la naturaleza, no para destruirla sino para someterla, pero en buen plan, quiero decir. Es el culmen de la representación, la vida, la muerte y la belleza.
Pero es un espectáculo muy fuerte, eso está claro.
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