miércoles, 8 de octubre de 2008

Ella le cuenta a él

No se ven hasta la hora de cenar.

Para ella es muy importante contarle a él todo lo que ha hecho durante el día, con mucho detalle. “Cogí el autobús, iba ese conductor que tú ya sabes, el del pelo rapado, hoy iba contento, llevaba puesta Kiss FM, la que tu hermana nos contó la otra noche cenando que le gustaba oír en la ducha, le dije, le dije al conductor que cuánto había tardado, pero se lo dije en buen plan, eh, sin reñirle, cuánto has tardado, eh, a él le hizo gracia, no se lo tomó a mal, se rió, me dijo, así riéndose, mejor, tonta, así tienes que estar menos tiempo en el trabajo, me hizo gracia su comentario, a todo esto quería subir una chica con su carrito, y yo en medio, y la chica va y dice ...”. Hay noches que la narración le dura el tiempo de la preparación de la cena, del primer plato, del segundo plato y de medio postre. Él va diciendo “¡qué curioso!” o “¡qué faena!” o “¡qué barbaridad!”, y ella sigue. Sólo cuando ella se enfada o se angustia o se entusiasma él le habla largamente, para poner las cosas en su sitio.

Ella nota, durante el día, que al hacer las cosas piensa cómo se las contará a él por la noche, e incluso a veces ese pensamiento le hace variar de comportamiento. ¿Para qué se va a enfadar con una compañera del despacho si él, esa noche, le va a recordar que eso es una tontería?

Desde que se conocen, ella ya no tiene que llevar diario.

A ella le conmueve mucho que él, que a veces parece que no le presta atención, se acuerde meses después de algo pequeño que ella le contó: “Aquella vez que te equivocaste de parada de Metro ...”.

A ella le parece un poco extraño que él no sienta esa misma necesidad. Él le habla mucho de sus lecturas de ciencias y de las películas que va a ver y de lo que ha pensado sobre la vida. Pero cuando ella le pregunta, en la cena, qué tal le fue el trabajo, él se limita a decir “Ya sabes, lo de siempre”, y cuando le pregunta que si ha hablado con su madre, él responde “Sí, lo habitual”.

(Ella a veces se ríe pensando en lo divertido que sería tener una amiga que la llamara a las 12 de la noche para que le contara las horas que está con él, las horas de su día que no le puede contar a nadie. “Él llegó a cenar con su abrigo beige, ya sabes, el del último cumpleaños, ¿te acuerdas? ...”)

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(Estos posts sobre ella y él parecen un homenaje al blog de AM)

7 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Emocionante. Precioso.

AleMamá dijo...

Las mujeres somos diferentes y --dicen-- nos enfermamos menos por este compartir minucias.

Los que tenemos blog creo que hacemos algo parecido. Vamos tomando nota de distintas cosas para narrarlas acá. Es un poco lo mismo, creo yo.

Saludos

Anónimo dijo...

Yo me identifico en el hombre ese. Escucho muy bien; de hecho prefiero escuchar que hablar (es más fácil...xD), y cuando hablo soy muy escueto; Cada vez menos... eso está bien

Saludos

ALMA dijo...

Hermoso, y a veces pasa que - como en mi caso- estamos todo el día fuera de casa, juntamos cosas p'a contarlas a la hora de cenar.

Besos

Juan Ignacio dijo...

Sí, el relato es magnífico y qué bien pinta la forma de ser masculina y femenina. Genial.

Vida dijo...

Vaya, me ha encantado. Te leeré más :)

María dijo...

jajajaja... a mi me pasa. Pienso "esto tengo que contarselo, que le a hacer gracia". Me gusta contar mis cosas, quizá sea una necesidad. Pero necesito que él también hable y me cuente su dia.

Bien contado!