Visito a mis difuntos y evito el barullo de Todos los Santos. Viven en un cementerio de pueblo, silencioso, tranquilo. Tras las tapias, a lo lejos, no se ven las casas, se ven allá a lo lejos los montes y el cielo azul y la copa de los árboles.
Al lado de las lápidas de mis difuntos hay otras en las que los familiares han mantenido la vieja costumbre española de poner fotos del muerto. Esto es siniestro o bonito, según tenga uno el día. Cuando estoy hablando con mis difuntos, cada uno en un extremo del pequeño cementerio, sus vecinos de nicho me miran, muy fijamente, y a mí se me ocurre una reflexión como de Borges. ¿Conocerían en vida mis difuntos a estos sus vecinos definitivos? A lo mejor sí, a lo mejor iban juntos a las reuniones de viejos de la parroquía, o al médico, o al parque. A lo mejor hablaron mucho en vida, a lo mejor fueron amigos, a lo mejor se pelearon, sin adivinar que años después iban a estar juntos para siempre, pared con pared de nicho. Como se ve, uno se distrae con poco, cuando está hablando con sus difuntos.
Cerca de uno de ellos hay un nicho un poco triste. Allí enterraron a una niña sudamericana, india, de menos de dos años de edad. "Creí que a esa edad ya no se moría nadie en España", dirá un frívolo. Pues sí. Lo que ocurre es que para la familia es como si la niña siguiera viva. Deben ser pobres, porque no cambiaron la tapa de plástico por una lápida de mármol, como hacemos todos los demás. En esa tapa provisional de plástico, que para ella es para siempre, pegaron una foto de la niña. Pegaron la foto, y al lado van pegando y quitando cosas: una flor seca, un muñecote, una piruleta, una guirnalda (en Navidad), una carta de otro niño. Parece un chiste, ya lo sé, como de realismo mágico, pero es que es así. La cosa tiene más mérito porque el nicho está altísimo, deben de usar una escalera de los sepultureros.
El otro difunto que me impresiona es un chico, también con foto, que murió con 32 años. Te mira muy serio, algo triste. Este chico me hace pensar mucho, cómo no, en mi propia muerte. "Si yo hubiera muerto con 32 años ...". Como el tiempo no pasa para los muertos, la reflexión es cada vez más lejana. "Si yo hubiera muerto con 32 años, ya llevaría 6 años muerto, y nada habría cambiado en el mundo", me decía al inicio. Luego fueron 7 años muerto, 8 años muerto, 9 años muerto, ...
El otro día, cuando estuve en el cementerio para evitar el barullo de Todos los Santos, me dije: "Si yo hubiera muerto con 32 años, llevaría ya 11 años muerto, y nunca habría puesto en marcha mi blog". De verdad que pensé esto, fíjate qué frívolo.
Hacía una tarde de sol, no como la de hoy.
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9 comentarios:
Puede engrosar la curiosa lista de epitafios que muchas personas gustan de hacer o conocer.
"Aquí yace quien nunca hizo un blog".
Me dan mucho que pensar y mucha paz los cementerios. Me gustan y siempre trato de visitar algunos.
Me da mucha pena ir al cementerio donde estan mis muertos, a los otros no, pero de todas maneras intento evitarlos
No estaría mal, Juan Ignacio:
"Aquí yace Fernando,
que por lo menos abrió un blog
(y aprobó una oposición)"
María Jesús, me siento más cerca de lo que dice Alemamá: los cementerios me resultan pacíficos y agradables, porque recuerdan que por muy mal que vaya la vida, por muy injusta que sea, no hay que estar soportándola más que un tiempo limitado.
Yo creo que desde hace ya una o dos décadas, los cementerios ya no son lo que eran. Recuerdo cuando era pequeña y por estas fechas, todas las familias se congregaban alededor de sus muertos, iban desde el más joven hasta el que pronto sería un inquilino más de ese barrio silencioso. Hoy por hoy, cada día se hacen más incineraciones y eso hace que los cementerios sean cada vez menos visitados.
Aunque no queramos, las tradiciones se van perdiendo con cada nueva generación.
De todas formas, siempre están en el corazón y el recuerdo.
Un bso.
Yo no suelo ir al cementerio. Me aburre; no me inspira ni paz, ni miedo, ni pena, ni pensamientos... Estar allí es estar en un sitio en donde hay gente (o lo que queda de ella...) enterrada, pero simplemente. Eso sí, algo me impele al respeto, a los demás pero también al lugar.
Saludos
Hola Fernando. Te vi en el blog de Alemamá y vine a conocerte. Me gustó lo que escribes, tienes sentimiento. Está lindo lo que cuentas del cementerio, así son las cosas, muchas historias vemos en las lápidas. Mi hermano estaba a mi lado y leyó también una parte de tu post y también le gustó mucho.
Felicitaciones.
Un saludo desde Chile.
Yo no visito a mis seres queridos en el cementerio, porque lo que queda en ellos sólo es los restos del cuerpo, el Alma que es lo importante estará donde corresponda, así que prefiero rezar por ellos en cualquier otro lugar. Ojo respeto a la gente que va pero no es mi costumbre.
Los cementerios de por sí son lugares tristes y yo he dejado precisas instrucciones para el día en que me vaya p'al mas allá que no me pongan foto, ni un reloj siniestro a mi criterio, que se usa aquí en Argentina, que señala con sus agujas la hora de fallecimiento y tiene una leyenda que dice "Hora fatal".... tenebroso, morboso, me parece, no?
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