Una mujer, una electora, ¿debe cambiar su voto porque un partido nombre a otra mujer candidata a la vicepresidencia del país? Y un varón de raza negra, o china, o alemana, ¿debe modificarlo porque otro partido nombra un candidato de la misma raza que la suya? Y un luterano ¿ha de votar a un partido distinto del habitual si otro partido nombra a un candidato luterano a presidente?
La respuesta en todos los casos es sí, si se dan tres condiciones: (1) Que el elector entienda que el candidato y él, como grupo, tienen una serie de problemas o de intereses comunes. (2) Que esos problemas o intereses del grupo a él, al elector, le interesen o le preocupen. (3) Que crea que el candidato, si es elegido, realmente pueda hacer algo por esos problemas o intereses. Si no se dan las tres condiciones, votar a un candidato que es mujer como tú, negro como tú, luterano como tú, es tan folklórico como votar a uno cuyos antepasados son irlandeses, como los tuyos, o que nació en Tampa, Florida, como tú.
Voy a un ejemplo práctico, el de los católicos estadounidenses. ¿Votarían estos católicos más de lo habitual al candidato a presidente por los demócratas en 2004, John Kerry, por ser católico? La respuesta, probablemente, es no porque: (1) Muchos de ellos no creerán que existan “problemas católicos”, como el aborto, el matrimonio gay o la investigación con células madre. (2) Incluso aunque lo creyeran, son temas que les dan igual, que no van a hacer variar su voto. (3) En fin, para aquellos que sí que creen en la existencia de esos “problema católicos” y que ansían una solución para ellos, desde luego votar a liberales, como era Kerry, no soluciona nada, más bien lo empeora.
Curiosamente, para esta última categoría de católicos concienciados, puede ser más sugerente votar a la candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin, que sin ser católica tiene ideas mucho más claras sobre estos temas que muchos políticos católicos, y (en concreto) que el candidato a la vicepresidencia de Barack Obama, otro católico liberal.
(Aclaración final: cuando digo “problemas católicos” no hablo de problemas que sólo afecten a los católicos, sino a cualquier hombre de buena voluntad, sea cual sea su religión o su falta de religión).
viernes, 5 de septiembre de 2008
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3 comentarios:
Hola Fernando,
Me esoy poniendo al día con tu blog, te he dejado un comentario en la entrada "derribo" ¡Que pequeño es el mundo!
Hola, Myriam, vecina, qué pequeño es Madrid!!!!!!!!!!!
Fernando,
es notorio como se generan esas adhesiones puramente "folklóricas" como le decís. La línea de pensamiento que planteaste es buena porque sirve para analizar y darnos cuenta cuando estamos adhiriendo o defendiendo a alguien sólo porque es "de los míos" y no defendiendo o adhiriendo a la verdad.
Saludos.
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