He pensado muchas veces en esta pregunta:
¿Por qué he de trabajar en las cosas de Dios?
Erróneamente, lo he pensado muchas veces desde mi propio interés: para salvarme (pero no, probablemente basta con la Misa del domingo, el sexto mandamiento y no robar, no hay que complicarse más); para ser feliz (pero hay muchos tibios felices, o al menos contentos). La respuesta, pues, no puede venir de mi conveniencia.
La respuesta correcta viene de María y José: he de trabajar en las cosas de Dios porque Dios me necesita. Siendo Dios omnipotente y mi creador, siendo yo nada, me necesita. En concreto, necesita que yo colabore (un poco) con su gracia para salvar a los demás y para ayudar a los demás, a los cercanos a mí. Él puede hacerlo directamente, puede convertirnos directamente (San Pablo), puede ayudarnos directamente (milagros), pero no lo suele hacer, esa es la regla del juego.
Dios me necesita para que yo le ayude a salvar a los que están cerca mío, para ayudarle a ayudar a los que están cerca mío. Si no lo hago yo, posiblemente nadie más lo vaya a hacer.
(A su vez, esto presume cierto amor mío hacia Dios, pero tampoco, creo, un amor místico, inmenso: es como el que quiere moderadamente a la Patria y vive cómodamente, hasta que un día la Patria es invadida. ¿Puede uno quedarse quieto, ante la inmensidad del hecho?)
miércoles, 3 de septiembre de 2008
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3 comentarios:
Como decía la madre Teresa "ser un lapiz para que escriba Dios". Es dificil, uno tiende a crer que es uno el que hace las cosas, sobre todo cuando se tiene exito
La salvación propia y de los demás es EL GRAN TEMA DEL HOMBRE y el papa lo ha venido repitiendo: hay que hablar de la salvación; los sacerdotes deben hacerlo pues es el todo o nada de una vida que es eterna. La solidaridad y caridad materiales son un medio par alo único importante y debemos poner el hombro todos los bautizados...y muchas veces la otra mejilla y la honra y ¡mucho más1, pero vale la pena.
Saludos, Fernando.(Me he portado bien con mi dieta, pero aún no me peso. La hora de la verdad no ha llegado. Encomiéndame)
En el fondo hay tambièn un motivo que sí tiene que ver con el propio interés y la propia conveniencia. (Y eso es bueno). Se trata de que haciendo las cosas de Dios somos felices (más allá de las dificultades diarias encontramos luego una felicidad profunda).
Es bueno no perder de vista el propio interés. No desmerecerlo. Por ejemplo, cuando hacemos caridad o penitencia pero debemos hacerla oculta, no es para no recibir ninguna recompensa. Es para que el premio no sea el de la gente, pero sí el de Dios.
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