Desde que estuve en la playa, en agosto, tenía molestias en el oído derecho. Cuando tosía era como si alguien me diera golpecitos ahí, así que al final me he animado a ir al otorrino.
El otorrino tiene su consulta en el barrio más fino de Madrid, el barrio de Salamanca. La sala de espera tiene estucos en el techo, como un palacete, y de uno de ellos sale una lámpara con veinte bombillas; desde la ventana veo a las señoras ricas entrar en las tiendas caras, aunque ninguna sale con bolsas.
El otorrino me recibe serio, y me sienta en una silla como de dentista. Mete por mi oído una especie de punzón, y me enfoca con una lampara potente. ”¡Ah, sí, tiene usted un cuerpo extraño”. ¿Un cuerpo extraño? Hay que ser un médico fino para decir algo así, en vez de “una cosa” o “algo”.
Gira mi cabeza hasta que el oído queda paralelo al suelo y me echa agua oxigenada. Me vuelve a poner normal y me pega una palangana al cuello (no hay problema: tiene un entrante que encaja en mi cuello). Dispara un chorro de agua, nada, dispara otro chorro de agua y suena un ruidillo metálico, como de moneda que cae. “Mire lo que era”, me dice:
Sobre la palangana de plata, en medio del charquito de agua, reposa un minúsculo grano de arena de playa.
..............
¡Quién me diera,
Dios mío,
un otorrino del alma,
que sacara los granitos
que taponan mi alma,
que taponan mi vida,
que taponan mi corazón,
y así poder volver al mar!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Genial,
el relato.
También la poesía.
La cuestión es: ¿qué hiciste para que se te metiera un granito en el oído...?:)
Saludos
Quién tuviera esas pinzas que escarban en las almas, que sacan lo que duele, infecta y estorba, para ayudar a los amigos a ser más felices.
Saludos
Gracias por visitar mi Almacén!!!
Me encantó tu relato con el otorrino... mirá vos al picarón del grano de arena, donde estaba viajando de polizón!!!
Muchas gracias, Sin Número, fue algo tan inocente como leer tirado en la arena. A lo mejor, a partir de ahora, tengo que empezar a usar sillita de playa, como la gente de mi edad.
Querida Alemamá, no sólo a los demás, tambien (muchas veces) a uno mismo.
Bienvenida, Alma, eres muy amable, ojalá nos volvamos a leer mutuamente.
El otorrino del alma que buscas es gratis, cosa que no me imagino que sea el del barrio fino.
Manriquesco final.
Gracias, Juan Ignacio, y sí, el otorrino fino sí que me es gratis, porque es de una Mutualidad, así que no me costó nada.
Publicar un comentario