martes, 16 de septiembre de 2008

En el suburbio

Voy a un suburbio de Madrid.

En el tren que me lleva se suben dos punkies, él delgadísimo, ella gordísima. En cierto momento, se dirigen a la puerta que da a la pasarela entre los vagones. Van pasando por turno, cada uno está un tiempo dentro mientras el otro vigila (él desafiante, ella riéndose), adivina qué estaban haciendo. Lo asombroso no es esto, sino que ningún viajero les dijimos nada, lo que avala, una vez más, esta idea: que lo horrible de nuestro tiempo no es la maldad de los malos, sino la cobardía de los buenos.

Dos protestantes jóvenes, con sus revistas, me intentan parar. Al rato veo que han logrado ponerse a charlar con un viejo. Como siempre, me parecen admirables e imitables: si de 50 personas paran a 20, y si de esas 20 una acepta sus revistas e ir a su iglesia, su mañana ya habrá valido la pena.

En el aparcamiento público hay muchos autobuses, muchos eslavos y muchas mesitas con productos en venta. Cada autobús tiene un cartel con el nombre de una ciudad polaca; otros están en cirílico, pero la matrícula tiene una banderita que resulta ser la de Ucrania. Los polacos y los ucranianos entregan paquetes y dinero a los conductores, o los reciben tras enseñar un documento. Todos se saludan muy alegres, se abrazan, pero en voz baja, sin pegar los gritos de los españoles.

Un ciego está junto a una gran avenida, con un cartel al aire en el que pone “Taxi”. No soy capaz de ofrecerme a ayudarle, y luego, como siempre, me viene el arrepentimiento. Lo gracioso de este caso es que, hace pocos días, pensé: “¿En qué cosas concretas me pediría Dios que fuera más generoso con los demás?”, y no supe qué responderme.

5 comentarios:

AleMamá dijo...

Me gusta tu poder de observación. Me gusta visitar circuitos fuera del turismo junto a un local.

Hoy al regresar a casa, quedé como tú. no le dí dinero a una mujer que me vendía parches para curaciones porque no vi que andaba con su hijo idiota e inválido. Cuando lo capté, ella ya se había ido.

Saludos

Myriam dijo...

Son cosas que nos pasan a todo, hay veces que no reacionamoa a tiempo ¡ánimo!, la próxima vez le pararas el taxi.

Anónimo dijo...

me encanta la forma de hacer apostolado de los protestantes

Juan Ignacio dijo...

Hace mucho cuando terminaba un retiro con gran fervor alguien dijo que no era cuestión tampoco "de ir ahora a gritar en las plazas". Después me quedé pensando: ¿Y por qué no?

La última situación que relatás me es tan familiar. Es una situación tan nimia como enorme. Nos pasa (a mì también) siempre. Me parece que vamos como embotados.

Fernando dijo...

Alemamá, Myriam, Sin Número, Juan Ignacio:

Sin darme cuenta, puse un post con los temas que me preocupan: la resistencia de la gente normal frente a la barbarie, la caridad, el apostolado. Todo ello me hace preguntarme muchas veces "¿qué debería hacer yo, en concreto?", aunque luego no suelo ser coherente con lo que pienso.