Iba en el Metro una familia, el padre y el hijo a un lado, la madre y la hija al otro. Iban callados y pensativos. Entonces la hija se acercó los dedos pulgar e índice de la mano derecha a la boca, como si llevara una caña, y con la mano izquierda parecía que metiera algo, una bolita de papel que no existía. Infló los carrillos, miró fijamente al padre, sopló fuerte y disparó. Él, inmutable, movió la cabeza, evitó el tiró, miró levemente a la ventanilla detrás suyo y sonrío triunfador. La niña volvió a acercarse la caña imaginaria a la boca, volvió a meter una pelotita inexistente, volvió a coger aire y disparó otra vez, pero de nuevo el padre eludió el disparo. Al tercer intento no tuvo tanta suerte, se llevó la mano a la frente, puso cara de dolor, miró la mano a ver si había sangre, no la había, menos mal. La niña sonrió vencedora. Pero él decidió responder. Abrió mucho los dedos pulgar e índice de la mano izquierda, como si tuviera un tirachinas, y con los dedos pulgar e índice de la mano derecha empezó a tirar hacia atrás la goma y el proyectil que sólo ellos dos veían: en la boca crispada se veía que hacía un esfuerzo grande, achinando los ojos. Cuando ya había tirado suficiente, abrió los dedos de la mano derecha, disparó, pero la niña agachó la cabeza rápido y evitó el tiro. Muy ágil, sin darle tiempo al padre a rearmarse, ella volvió a llevarse la caña inexistente a la boca, volvió a disparar, falló, el padre montó rápido el tirachinas de aire, tiró, esta vez la niña se llevó la mano a la boca, cerró los ojos, respiró, abrió los ojos, miró con susto la mano por si le había roto un diente, sonrió tranquila cuando vio que no. Tras intercambiar varios disparos, unos con éxito, otros sin él, el padre empezó a fingir que se hurgaba en la nariz con el índice derecho y que sacaba un moco, un gran moco invisible, que empezó a moldear para dispararlo. La niña, aterrorizada, se tapó la cara con el brazo.
A su lado, la madre y el hijo estaban ausentes, mirando al infinito: sin duda, ya habían visto este show demasiadas veces.
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12 comentarios:
¡No hace falta tener el DVD portátil para los viajes!
Muy entrañable. Lástima de la última munición empleada por el padre ;-)
Me encantó el juego invisible. Sólo se necesita imaginación y afinidad....¿por qué no todos lo logramos?
Sigue observando en tus viajes, Fernando. Me encanta, salvo el moco gigante...¡wac! jeje
Gracias, Juan Ignacio.
Todo era un juego, sin proyectil real, Paterfamilias.
Gracias, Alemamá, el moco era irreal, una broma.
Es sin duda un juego muy entrañable... una escena digna de ver entre padre e hija.
Claro que, según algunos socialistas, seguro que esto de tener niños y jugar con ellos es "ultraderechista y rancio" jaja.
Un abrazo.
Que genial¡¡ Escenas como esa alegran el día, por la frescura y el cariño que llevan (también en el moco¡¡)
Gracias¡¡¡
¡Buenísimo!
Salvo que, como a otros, el final -aunque fuera por supuesto imaginario, pero real en la imaginación también- no me gustó nada; me da espanto como a la chica.
Se ve que la pasaban regio. Geniales.
Eh, yo me refería que la familia no lo necesitaba.
Y si dan esos shows, los demás tampoco.
Pero quería indicar como algo positivo que no se necesitan granedes cosas para divertirse (en el buen sentido).
Psarece una película!!!! me reconozco a mi misma a veces con los chicos jugando con cosas invisibles, peeeo este sr. me supero
Besito y buena semana
Un buen tipo. Una buena escena.
La familia bien descrita.
Un saludo
¡Imagínate, Andy, a lo mejor hasta se veía como un juego violento, belicista, y hasta detenían al padre por corruptor de menores!
Gracias a ti, Miriam.
El espanto de la hija era de broma, hermana, se protegía de la nada pues nada había salido de la nariz del padre; y me gustó lo de "regio", suena muy bien.
Se te entendió perfectamente, Juan Ignacio, como siempre en tus comentarios.
Se ve que tenían mucha experiencia, Alma, el show iba rápido, como ya ensayado muchas veces.
Muchas gracias, Kris.
En estos casos yo suelo usar arco y flechas. Aunque a menudo me sabotean el carcaj y en lugar de una flecha, saco una longaniza.
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