Cruzo el parque del Retiro ya de noche. Llego a un pequeño estanque rectangular donde viven unos patos. Se ha helado la capa superior, abajo ves inmóviles las hojas caídas. Tiro una monedita que rebota, en medio del silencio hace "clin clin clin" hasta pararse en medio del estanque. Los patos, refugiados en su caseta, me ignoran.
Ando un poco más. Hay otro estanque, cerca de la calle, pero aquí no ha helado: en él desemboca una catarata, supongo que el agua está muy fría, pero al estar en movimiento no se hiela, no creo que lo haga en toda la noche.
Se me ocurre una metáfora barata. El agua del estanque es tu alma. Si ese agua se encierra en si misma, cuando venga el invierno de tu vida se congelará, encerrada en si misma, y todo detrás de ella parecerá muerto. Pero si permites que Dios entre en ella, como la catarata, aunque sea en poca cantidad, nunca llegará a estar muerta del todo, siempre tendrá un poco de movimiento que le permitirá aguantar el frío de la noche de la vida, hasta que llegue el amanecer.
Fuera del parque, los coches corrían bajo las luces de Navidad.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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6 comentarios:
No está mal, eh. Ya habías hecho otra metáfora con agua, que en su momento me había recordado a Santa Teresa. Se te da bien con el agua.
Querido Juan Ignacio, hay algo muy grande, muy gratificante, cuando tus lectores se acuerdan mejor que tú de tus posts.
De tu cita de Santa Teresa me acordaba, de mi post no. Me meto en el buscador y lo encuentro, un post sobre el agua estancada, de hace más de un año.
Lo dicho, algo muy grande y muy gratificante.
Buena metáfora Fernando, para meditarla.
Que pases muy Feliz Navidad con toda tu familia.
Un abrazo
Y, no me parece una metáfora barata; rápida tal vez, pero barata no. Eso sí: efectiva. Sirve, sirve.
¡No es mala!
Gracias, María Jesús, que también para ti y los tuyos sean días felices.
Eres muy amable, Kike, de eso se trata, de que nos acordemos de Dios cuando veamos una fuente en el parque, por ejemplo. Bienvenido, en todo caso.
Gracias, Alejops, campeón.
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