Subo por una calle ancha, muy en cuesta, camino de Callao. Una de la tarde, 40 grados.
En la acera en cuesta hay una enorme rejilla de la que sale aire, y sobre la rejilla, tumbado, con los brazos en cruz como un Cristo de Nigeria, un niño negro-negro, totalmente inmóvil. Me asusto, ¿estará muerto? Abre los ojos, ve mi cara de miedo y me sonríe con unos dientes blancos como la nata. Le saludo con la mano.
Sigo paseando hacia los rascacielos de la Gran Vía, los primeros que hubo en Madrid.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
¡Oh!
Pasear en verano por la Gran Via tiene mérito y más a la una de la tarde...
Juan Ignacio: ¿¿¿oh???
¡¡¡¡¡¡¡¡¡María Jesús!!!!!!! ¿¿¿Has vuelto a tu página????? Corro rápido a verlo.
En Madrid en verano debería estar prohibido salir a la calle de 8.00 a 20.00 Seguro que muchos lo celebrarían.
Saludos
Es que lo vi sorprendente todo el post. Si el niño no hubiera sonreído hubiera sido trágico, pero sonrió.
A través de tu post puedo observar que lo peor de la miseria en las calles en todas las ciudades es igual.
Por fortuna el niño recompensó tu preocupación con una sonrisa y a pesar de todo el entorno, quiero creer que te iluminó el día.
Felicidades en el día del amigo!!!!!
Besito
¿Por qué, Ramón?, es la mejor hora para pasear, las 4 de la tarde con 40º, pura vida, puro verano.
Así es, Juan Ignacio, me llevé un susto de mucho cuidado, pero al final la historia acabó bien.
Por supuesto que me lo alegró, Alma, tenía una sonrisa blanca, como las de las fotos de los calendarios de misiones, muy simpático.
Preciosa estampa...
Publicar un comentario