Sostengo la tesis (falsa) de que si uno anda suficiente rato por Madrid acaba viendo siempre algo extraordinario.
Hoy, en mi última mañana de vacaciones, al ir por mi barrio me he encontrado que estaban demoliendo un pequeño sanatorio psiquiátrico, cerca de casa. Me ha dado pena, aunque el edifico no era gran cosa llevaba viéndolo 14 años. Una inmensa grúa sostenía una bola enorme, que de vez en cuando daba suaves toques a la estructura, llevándose por delante paredes, techos y suelos, poco a poco. Levantaba una enorme polvareda, que al pasar entre las hojas de los árboles y chocar con el fuerte sol de la mañana proyectaba rayos, como los de los cuadros religiosos en que Dios sale tras las nubes. De la grúa salía un chorro de agua, que refrescaba las ruinas.
Dos detalles me han llamado la atención. Primero, que la nube de polvo iba cayendo sobre todo lo que había cerca del edifico, y en concreto sobre una parada del autobús municipal, cuyo techo parecía nevado; la gente que estaba debajo aguantaba esto impertérrita, bien porque no se daban cuenta (no creo), bien porque eran ingleses (más probable). Segundo, que la demolición se estaba haciendo sin sacar los muebles viejos: entre las paredes caían espejos, mesas, armarios. De entrada me ha escandalizado, pero luego he pensado que hubiera sido absurdo sacar todo eso para tirarlo luego en un contenedor de la basura.
Adios, viejo sanatorio psiquiátrico de mi barrio.
(Después paseo por el parque del Retiro; veo su rosaleda, con casi todas las rosas abrasadas; veo elegantes pavos reales, andando entre los niños, en los finísimos jardines de Cecilio Rodríguez; veo una familia de tortugas tomando el sol en el estanque pequeño; veo cientos de peces rojos en el estanque grande; veo la pared de árboles del estanque grande, algunos ya con la hoja inicial otoñal, ay; tomo un café caro en el Mallorca de la calle Serrano; me confieso en los jesuitas de la calle Serrano, siempre tan comprensivos).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Es probable que, si hubieran dejado los muebles fuera, en la calle, no hubiese faltado el latinoamericano que los recogiera para su casa. Lo hemos hecho más de una vez, asombrados de las cosas buenas que se dejan con los residuos.
Sí, cada ciudad tiene lo suyo. Qué construirán en lugar del sanatorio?
Es hipótesis quizás, y por lo visto se comprueba, así que no veo porque decís falsa.
El final vale mil. "Me confieso en los jesuitas de la calle Serrano, siempre tan comprensivos". ¿Y es que los jesuitas de la calle Serrano de Madrid son comprensivos o te referís a todos los jesuitas?
Querida hermna:
¡¡Vaya alegre sorpresa encontrarla por aquí!!! Bienvenida, de corazón.
Querida AM:
Hace meses te hubiera dicho: casas, sin duda. Hoy en día, con la terrible situación del mercado inmobiliario, no lo sé; a lo mejor un nuevo sanatorio, más moderno.
Querido Juan Ignacio:
Sólo me he confesado con los de la calle Serrano, que unen el ser conservadores con ser comprensivos; no tengo ni idea de cómo serán los de otros sitios, ni siquiera los de otras iglesias de Madrid.
Ja Ja, Fernando el sanatorio del que hablas está alado de mi casa ¡Que pequeño es el mundo!.
Veremos que hacen con el solar.
Publicar un comentario