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sábado, 11 de febrero de 2012
miércoles, 8 de febrero de 2012
Plancha
Plancho mi camisa con esfuerzo y amor. Al colocar en el planchador la última parte -la que está junto a los botones- descubro un recuerdo verde de un pájaro. Siento el poema de Rudyard Kipling ("Si puedes mantener..."), retiro la camisa, la echo a la lavadora, cojo otra, comienzo de nuevo, con esfuezo, con amor.
martes, 7 de febrero de 2012
Matrimonio
Cuando yo era niño y gobernaba Franco el matrimonio era, casi exclusivamente, un sacramento: para casarse por lo civil había que apostatar de la fe católica, vaya lío, hasta los ateos iban a la iglesia.
La democracia facilitó el matrimonio civil y trajo el divorcio. El matrimonio pasó a ser, ante todo, un contrato, pero un contrato muy serio: había que estar un año separados para divorciarse y había que alegar una causa grave para ello. Esta regulación duró casi 25 años. Al mismo tiempo, cada vez más gente se iba a vivir junta sin casarse.
Zapatero frivolizó el contrato de matrimonio por dos vías. La primera fue mediante el divorcio exprés: ni había que estar separados un tiempo para divorciarse ni había que alegar ninguna causa. Uno podía tener una boda distinta todos los años. Un obispo lo dijo muy bien: en España será mucho más difícil romper el contrato de alquiler de un piso que el de matrimonio. Exacto. El otro golpe fue el matrimonio gay, extendiendo la palabra "matrimonio" a una realidad que en otros países se llama "contrato de unión" o nombres similares.
El nuevo ministro de Justicia, ex-alcalde de Madrid, ha tenido una ocurrencia: que el matrimonio civil y el divorcio de mutuo acuerdo los puedan celebrar no sólo los jueces o los concejales, sino también los notarios. Se da la circunstancia de que en España los notarios, en principio, ejercen cada uno en su piso, en el 4º A está el podólogo y en el 4º B el notario, imagínate ir a casarte y equivocarte y acabar arreglándote los pies. Ya el hecho de que no haya que ir a un juzgado o al ayuntamiento contribuye, en su simbolismo, a degradar la figura. Pero, además, los notarios están para contratos o testamentos privados, donde el interés casi exclusivo es el de las partes. ¿Un matrimonio sólo afecta a los contrayentes? Que esté bien realizado, con garantías, tutelado por el juez y por el fiscal, ¿no preocupa a toda la sociedad? ¿Quién cuida del interés de los hijos? De fondo de la propuesta está el noble afán de que los notarios vuelvan a ganar mucho dinero en estos tiempos de pocas escrituras de venta de pisos.
La democracia facilitó el matrimonio civil y trajo el divorcio. El matrimonio pasó a ser, ante todo, un contrato, pero un contrato muy serio: había que estar un año separados para divorciarse y había que alegar una causa grave para ello. Esta regulación duró casi 25 años. Al mismo tiempo, cada vez más gente se iba a vivir junta sin casarse.
Zapatero frivolizó el contrato de matrimonio por dos vías. La primera fue mediante el divorcio exprés: ni había que estar separados un tiempo para divorciarse ni había que alegar ninguna causa. Uno podía tener una boda distinta todos los años. Un obispo lo dijo muy bien: en España será mucho más difícil romper el contrato de alquiler de un piso que el de matrimonio. Exacto. El otro golpe fue el matrimonio gay, extendiendo la palabra "matrimonio" a una realidad que en otros países se llama "contrato de unión" o nombres similares.
El nuevo ministro de Justicia, ex-alcalde de Madrid, ha tenido una ocurrencia: que el matrimonio civil y el divorcio de mutuo acuerdo los puedan celebrar no sólo los jueces o los concejales, sino también los notarios. Se da la circunstancia de que en España los notarios, en principio, ejercen cada uno en su piso, en el 4º A está el podólogo y en el 4º B el notario, imagínate ir a casarte y equivocarte y acabar arreglándote los pies. Ya el hecho de que no haya que ir a un juzgado o al ayuntamiento contribuye, en su simbolismo, a degradar la figura. Pero, además, los notarios están para contratos o testamentos privados, donde el interés casi exclusivo es el de las partes. ¿Un matrimonio sólo afecta a los contrayentes? Que esté bien realizado, con garantías, tutelado por el juez y por el fiscal, ¿no preocupa a toda la sociedad? ¿Quién cuida del interés de los hijos? De fondo de la propuesta está el noble afán de que los notarios vuelvan a ganar mucho dinero en estos tiempos de pocas escrituras de venta de pisos.
jueves, 2 de febrero de 2012
Memoria
Voy hacia el trabajo en la madrugada más fría del año.
En la calle hay una empleada de la limpieza urbana. Lleva un mono [traje] de color verde fluorescente y la cara tapada por una gruesa bufanda oscura. Tiene una cabellera de pelos negros erizados, como los de Michael Jackson de joven. Intenta sacar una papelera que se ha atascado, colgada de una señal de tráfico. No sale, le da fuertes golpes, en cada puñetazo la señal se mueve adelante y atrás y su cabellera negra sube y baja.
Una niña, sudamericana, mira el espectáculo, atónita.
Pienso en la niña dentro de 40 años, cuando tenga 45, una fría mañana como la de hoy, en Madrid. Me la imagino recordando de repente -Dios sabe por qué- esta escena en la que no volvió a pensar nunca, intentado aclarar si el mono era verde o naranja, dudando si la señal era una u otra, preguntándose qué habrá sido de la señora limpiadora y del señor que pasaba por ahí.
En la calle hay una empleada de la limpieza urbana. Lleva un mono [traje] de color verde fluorescente y la cara tapada por una gruesa bufanda oscura. Tiene una cabellera de pelos negros erizados, como los de Michael Jackson de joven. Intenta sacar una papelera que se ha atascado, colgada de una señal de tráfico. No sale, le da fuertes golpes, en cada puñetazo la señal se mueve adelante y atrás y su cabellera negra sube y baja.
Una niña, sudamericana, mira el espectáculo, atónita.
Pienso en la niña dentro de 40 años, cuando tenga 45, una fría mañana como la de hoy, en Madrid. Me la imagino recordando de repente -Dios sabe por qué- esta escena en la que no volvió a pensar nunca, intentado aclarar si el mono era verde o naranja, dudando si la señal era una u otra, preguntándose qué habrá sido de la señora limpiadora y del señor que pasaba por ahí.
martes, 31 de enero de 2012
Confesor
Tengo un confesor nuevo.
Antes me confesaba con un jesuita. ¡Cuánta soberbia por mi parte! Me dije al inicio: "mi alma es tan compleja como la de Santa Teresita de Lisieux, necesito un confesor de gran altura". Mi alma resultó ser funcionaria, como todo en mí. El buen padre acabó conociéndome: por una vez que le dije que me arrepentía de no ir a Misa más días laborables me soltaba ya siempre una homilía sobre la importancia de ir a Misa los días laborables, se lo hubiera mencionado yo o no.
El nuevo me gusta porque va a cosas concretas. El primer día fue una gran sorpresa: de la gran lista de pecados dio mucha importancia a uno que a mí me parecía menor, como era no leer el Evangelio con la frecuencia debida. Desde entonces, hay veces que no me apetece leerlo, pero lo hago para evitar que me riña.
Antes me confesaba con un jesuita. ¡Cuánta soberbia por mi parte! Me dije al inicio: "mi alma es tan compleja como la de Santa Teresita de Lisieux, necesito un confesor de gran altura". Mi alma resultó ser funcionaria, como todo en mí. El buen padre acabó conociéndome: por una vez que le dije que me arrepentía de no ir a Misa más días laborables me soltaba ya siempre una homilía sobre la importancia de ir a Misa los días laborables, se lo hubiera mencionado yo o no.
El nuevo me gusta porque va a cosas concretas. El primer día fue una gran sorpresa: de la gran lista de pecados dio mucha importancia a uno que a mí me parecía menor, como era no leer el Evangelio con la frecuencia debida. Desde entonces, hay veces que no me apetece leerlo, pero lo hago para evitar que me riña.
viernes, 27 de enero de 2012
Dolor
Me puse las plantillas que me recomendaron. El pie subió unos centímetros, el tobillo rozó el borde del zapato, rompió la piel, dejó la carne al aire. Cada paso que daba (pequeños, uno a uno) era un tormento. Además, se hincharon los pies, en dos de los pares de zapatos dejaron de caber.
Sentí mucha compasión de mí. Hice cosas ridículas, como echar más azúcar de lo normal en el café.
Dos ideas me hicieron salir adelante: una firme voluntad de no dejarme vencer y la evidencia de que era algo pasajero, que incluso podía empezar a ir con zapatillas deportivas, más cómodas. No fue necesario, todo volvió a su orden.
Durante esos días me dije el discurso que suelto a alguien cuando está enfermo o tiene dolores: no te dejes vencer por el dolor, no dejes que te robe tus días, el cielo sigue siendo azul, el chocolate sigue siendo dulce, Shakespeare sigue siendo ameno, vive como si no te doliera. Me parecieron palabras idiotas.
Sentí mucha compasión de mí. Hice cosas ridículas, como echar más azúcar de lo normal en el café.
Dos ideas me hicieron salir adelante: una firme voluntad de no dejarme vencer y la evidencia de que era algo pasajero, que incluso podía empezar a ir con zapatillas deportivas, más cómodas. No fue necesario, todo volvió a su orden.
Durante esos días me dije el discurso que suelto a alguien cuando está enfermo o tiene dolores: no te dejes vencer por el dolor, no dejes que te robe tus días, el cielo sigue siendo azul, el chocolate sigue siendo dulce, Shakespeare sigue siendo ameno, vive como si no te doliera. Me parecieron palabras idiotas.
martes, 24 de enero de 2012
Gordo
El gordo bien trajeado llega al paso de cebra y empieza a cruzar. Lleva el abrigo sobre los hombros, en la mano derecha el móvil [celular] por el que habla y en la izquierda un gran maletín. Habla a voces. A mitad del cruce un coche que viene empieza a pitarle: hay un semáforo y él está cruzando con la luz roja. Pone cara de susto, empieza a dar grandes zancadas, el abrigo cae de sus hombros, el coche llega rápido, atropella al abrigo y huye.
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