Este post es más largo de lo habitual porque es autobiográfico. Lo he escrito con el corazón.
Yo vivía feliz y tranquilo en mi oficina de la Administración.
Un día me llamó una jefa. Me dijo que la Jefa Suprema valoraba mucho mi trabajo y quería confiarme más responsabilidades: que los funcionarios Señor A y Señora B pasaran a depender de mí. Esto me halagó mucho y me fui muy contento a casa.
Días después me visitó -furiosa- la Señora B y me descubrió la historia. No era cierto lo que me habían dicho. Simplemente, el Señor A -jefe suyo antes y a partir de ahora- se llevaba mal con su jefa, había que cambiarle de oficina y me había tocado a mí como le podía haber tocado a la Biblioteca o al Archivo. Quedé muy desilusionado.
Se hizo el cambio.
Casi todas las funciones que tenían en la oficina antigua se quedaron allí. Pongo una metáfora sobre el trabajo que se trajeron: imaginemos que a su despacho llegara una caja con bolas naranjas y que hubiera que meter cada una en una caja azul. Parece un trabajo bonito, de no ser porque llegan pocas bolas naranjas: 10 o 12 cada mañana. Si tardas en embalar cada una 10 minutos, te salen unas 2 horas de trabajo. ¿Y el resto del tiempo?
Sentí compasión por ellos, sobre todo por la Señora B, que en la oficina anterior hacía cosas importantes. También sentí solidaridad porque -de alguna forma- esto es lo que me pasó a mí hace muchos años. En aquel momento lejano yo supe encontrar entretenimientos distintos de embalar bolas en cajas.
Ante el problema del Señor A y la Señora B se me ocurrió que estaría bien, tras meter la bola naranja en la caja azul, envolver ésta en papel blanco. Si se tardaban 10 minutos más ya se ocupaban otras 2 horas. Fue divertido un tiempo, hasta que un jefe me hizo ver que eso daba más trabajo al funcionario encargado de sacar la bola naranja de la caja azul pues tendría que romper el papel blanco y perder tiempo. Se acabó el juego.
También se me ocurrió que estaría bien hacer una foto de cada bola, imprimirla, anotarla y guardarla en un álbum clasificatorio. Fue divertido un tiempo, hasta que la Señora B nos hizo ver que eso no servía para nada y no le interesaba a nadie. Se acabó el juego.
Poco a poco va cayendo el silencio en la oficina del Señor A y la Señora B. Han de encontrar su propio juego, su propio entretenimiento, igual que miles de funcionarios en Madrid, igual que millones de funcionarios en España. Ninguno es culpable de la mala organización de las Administraciones, todos han de encontrar una ocupación para evitar caer en la locura y en la depresión.
En cuanto a mí, he vuelto a vivir feliz y tranquilo en mi oficina de la Administración.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
Si no existiera Kafka, deberías serlo.
Estas situaciones se sufren en cualquier administración pública de cualquier lugar, sea España o el país que quieras.
Yo he sufrido, padecido situaciones similares. A veces he llorado por temporadas porque me sentía inútil y otras estaba contenta porque me sentía útil.
Entiendo perfectamente lo que se siente, solo puedo hacer votos para que tanto vos, mi querido Fer, como el Sr. A y la Sra. B salgan lo menos lastimados posibles.
Glups, Ojo Humano: no soy yo, es la propia Administración la que es kafkiana en España.
Gracias, Alma. Yo no estoy nada lastimado porque ya pasé por ello hace mucho y ya lo he asimilado. El Señor A está contento y la Señora B va pasando por el aro, como decimos en España.
Ahí le has dado. No sabe lo bien que te entiendo...
Lo peor que puede haber en esta vida como razón y como argumento es "así se ha hecho toda la vida y así se va a seguir haciendo". ¿Por qué? ¿No podemos desarrollar nuevos sistemas que agilicen el trabajo?¿No podemos hacer una redistribución de tareas o de plantilla o de jefes-jejeje-para que el sistema funcione mejor?
Lo peor de los funcionarios es la castración de ideas.
Me siento muy afortunada porque también yo soy feliz en mi oficina, pero las deficiencias del sistema producto de la NO voluntad gubernamental, reconozco que me siguen doliendo.
Besos, muchos.
Mi marido también era funcionario y como tal, también se sentía frustrado, y nada cambia
Buenos días Fernando. La admnistración necesita un buen apriete de tuercas. Me alegro mucho de que seas feliz y estés tranquilo en tu camino de santificación diario,espero que os regresen los salarios debidos. ¡Viva la Pilarica, Viva España!
Un abrzo.
Bueno, Luisa, lo tuyo es mucho peor, en la Justicia, ahí sí que no hay ninguna esperanza: llegan los gobiernos, pasan los gobierno, y todo empeora año a año. Sin esperanza.
Así es, María Jesús, nada cambia, al menos a mejor.
Yo no cuento con los €, NIP: y, sí, es un buen ámbito para santificarse, igual que le pasó a Jesús con las tonterías que tuvo que aguantar. ¡Viva!
Es tremendo esto, Fernando. Y encima no hay dinero para pagar una administración tan enorme y desaprovechada. Estamos igual que con Larra o Galdos y esas covachuelas que había por Madrid, en el Palacio de Oriente...
Lo peor es que esa Sra. A y ese Sr. B, desean trabajar y no les dan tareas... ¡qué frustración!
Publicar un comentario