El autor, el padre José Luis Martín Descalzo, se emociona narrando la ceremonia inaugural de la 3ª sesión del Concilio en septiembre de 1964: hubo una Misa concelebrada entre el Papa Pablo VI y varios Cardenales y Obispos en el altar mayor de la Basílica de San Pedro. Era la primera vez que ocurría esto en la historia, se hacía en aplicación de la reciente reforma litúrgica, que había permitido la Misa concelebrada.
La idea inicial era acabar en esta sesión el Concilio pero pronto se vio necesaria una 4ª, en 1965. Eso hizo que se discutiera mucho de los temas y se votara (y aprobara) poco, quedando bastantes asuntos pendientes. En concreto, hubo largos debates sobre:
-la libertad religiosa y la confesionalidad del Estado; a la minoría conservadora le parecía peligroso declarar el derecho humano a la libertad religiosa porque podía fomentar el indiferentismo, prefería la fórmula tradicional de Estado confesional católico con tolerancia hacia las minorías. El error no puede tener derechos, se decía.
-la colegialidad en la Iglesia y el nuevo papel de los diáconos. En el segundo asunto hubo varias votaciones y se adoptó una solución curiosa, copiada de las Iglesias católicas de rito oriental: podría haber diáconos varones casados, pero no solteros a la espera de casarse, como si no se quisiera crear un seudo-sacerdocio para jóvenes poco convencidos. Sus potestades serían amplísimas, prácticamente todas las del sacerdote salvo consagrar y confesar.
-la relación con los judíos, la condena del antisemitismo: asunto delicado, pues los Estados árabes mandaron embajadores al Papa para que esto no se aprobara.
-el matrimonio, con una enorme discusión entre los conservadores (partidarios de la doctrina tradicional del fin primordial de la procreación y de tener el mayor número posible de hijos) y los progresistas (que pedían subrayar la importancia de la ayuda mutua y de la paternidad responsable).
-la revelación, el ecumenismo, los sacerdotes, los laicos.
La gran estrella de la sesión fue lo que entonces se llamaba "esquema XIII" y que acabó siendo (en la 4ª sesión) la Constitución Gaudium et spes, sobre las relaciones entre la Iglesia y el mundo. La idea inicial es que fuera parte de otro texto, pero fue creciendo y creciendo y al final se optó por desgajarla en un documento propio, uno de los más importantes del Concilio. A los Cardenales y Obispos conservadores les molestó mucho el tono excesivamente optimista, casi ingenuo, que tenía el borrador al hablar del mundo contemporáneo, como si todo fuera bueno: era preciso recordar todos los dramas de ese momento, el ateísmo, el comunismo, las persecuciones, el aborto, la pornografía, el divorcio, todo lo que había (y hay) de malo y que -en su opinión- el esquema obviaba. Un Obispo dijo que estaba bien dialogar con los hombres contemporáneos de buena voluntad, pero que muchos la tenían muy mala. El tema quedó para la 4ª sesión (1965).
Al padre Martín Descalzo le enfadó mucho que en la última semana (noviembre de 1964) hubiera una reacción conservadora, como se vio en tres cosas: se aprobó la colegialidad entre el Papa y los Obispos, pero acompañada de una nota con tantas matizaciones y explicaciones que el asunto casi quedaba como estaba antes del Concilio; se metieron muchas aclaraciones en la declaración final sobre el ecumenismo; se pospuso la discusión sobre la libertad religiosa a la 4ª sesión, pues los progresistas habían pretendido aprobar a toda prisa un documento totalmente reelaborado.
...
El detalle bonito: un día el Cardenal Felici, secretario del Concilio, recordó que era la fiesta de San Antonio María Claret, que justo un siglo antes estaba ahí mismo, participando en el Concilio Vaticano I. ¡Ojalá -dijo- dentro de un siglo alguien recuerde la participación en el Vaticano II de un santo canonizado! Y -añado yo- ¿cómo ignorar que uno de los Obispos que hablaron fue un tal monseñor Wojtila, Obispo de Cracovia?
El detalle curioso: hubo un sector de los Obispos (al que el padre Marín Descalzo llama "de ultraizquierda") a los que molestó mucho la moderación final del documento sobre la colegialidad episcopal. Este grupo tenía un perito muy bueno cuyo nombre era... ¡Joseph Ratzinger!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Interesante, soy bastante ignorante en estos temas.
Por cierto, la llave del mundo es un blog de palabras y han abierto un anexo para practicar con pequeñas historias de aprox. 80 palabras en total. Te dan 5 palabras de base cada semana.
http://80palabras-lldm.blogspot.com/
Gracias por la aclaración, Ojo Humano.
NO dejes de hacer estas entradas sobre el Concilio Vaticano II, por favor, son interesantísimas. Qué sorpresa me he llevado cuando he leído calificar al Cardenal Ratzinger de "ultraizquierdista" por su intervención en aquel momento. Lo que son las cosas (y la creación de opiniones...)
Eres muy amable, Inmaculada: sólo me falta un libro y un post, el correspondiente a la 4ª y última sesión, en otoño de 1965.
Curiosísimo lo de Ratzinger, sí, que en aquella época no era ni siquiera Obispo, fue como perito de un Cardenal (del Arzobispo de Múnich, me parece).
Cuanto me queda por aprender de la historia de mi Madre Iglesia
A Jyy lo que más nos gusta de Nuestra Santísima Madre Iglesia es su amor y la paciencia que tiene...y su perdurabilidad pese a tanta estupidez y siglos de discusiones vanas y tiempo perdido.
Creo que por eso me convertí.
Un abrazo! Y...hala! a seguir pegándose y discutiendo en reuniones eternas, sobre temas eternos y vacíos.
Algunos se creen que mueren agotados trabajando por su Iglesia, es más!
SE CREEN QUE SE HAN PASADO LA VIDA TRABAJANDO...sólo eso... trabajando y sacrificados.
Puuuff! qué poco se escuha a Dios en su propia casa.
Un abrazo,
Jyy+
Publicar un comentario