El autor comienza el libro explicando -con dolor- que incluso antes de que acabara el Concilio ya se estaban produciendo sus peores frutos: divisiones, libertades litúrgicas, errores doctrinales, excesos morales, confusión. La situación era tal que unos días antes de la apertura el Papa Pablo VI tuvo que publicar una Encíclica ("Mysterium fidei") para llamar al orden a los católicos de Holanda (sin citarles).
El primer gran tema que se cerró fue el de la libertad religiosa, pendiente de la sesión anterior. Comienza el autor contando una anécdota chistosa: una señora romana, que había tenido muchos hijos y les sacaba adelante con esfuerzo, le dijo: "La verdad es que si uno se salva en todas las religiones yo no sé por qué vamos a estar en la católica, que es la más difícil". Esta frase refleja bien la tesis de los Padres conciliares conservadores: ellos pedían que se siguiera manteniendo la defensa del Estado confesional católico y la tolerancia para las minorías religiosas, sin proclamar el novedoso derecho humano a la libertad religiosa y la aconfesionalidad del Estado. Pensaban que con esto se podría caer en cierto relativismo, al entender que si todas las religiones tenían los mismos derechos en una sociedad católica era porque en realidad daba igual creer una cosa u otra. Hubo grandes discusiones que se resolvieron retocando la Declaración para que quedara claro que la libertad religiosa era una libertad jurídica, que no significaba que el hombre fuera libre (en conciencia) para buscar o no a Dios, para creer en Él o no.
También hubo grandes polémicas por el "esquema XIII", que dio lugar a la "Gaudium et spes", sobre la Iglesia y el mundo moderno. A los Padres conservadores les pareció inadmisible que se hablara del momento actual sin mencionar expresamente el comunismo y -menos aún- sin condenarlo, les pareció una cobardía y una deslealtad hacia las Iglesias perseguidas; el esquema hablaba del ateísmo, sí, pero sin concretar. Otro motivo de disputa fue el de la guerra, a los Padres norteamericanos el esquema les pareció demasiado avanzado en su condena de la bomba nuclear, era preciso matizar que seguía habiendo guerras justas para no caer en un pacifismo extremista; tampoco les gustaba mucho el tratamiento de la objeción de conciencia.
El Concilio no entró en dos temas delicadísimos: el uso de los métodos anti-conceptivos dentro del matrimonio (pues Pablo VI se había reservado esta materia para estudiarla con calma: años después vendría la "Humanae vitae") y el celibato de los sacerdotes (el Papa mandó una carta pidiéndoles que no lo tocaran: el celibato era una Ley de la Iglesia latina, no era una imposición de Jesús, pero no era el momento de discutirlo).
El Concilio acabó el día 8 de diciembre con una solemne ceremonia, en la que Pablo VI firmó las Constituciones y Decretos aprobados en estas últimas semanas. Empezaba -por usar la expresión del autor, el padre José Luis Martín Descalzo- la 5ª sesión, la más difícil, la de la vida cotidiana de la Iglesia.
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4 comentarios:
molto interesante
Ahora me explico cómo hemos cambiado, tal vez sea el signo de los tiempos, sin embargo tenemos "la Palabra más segura" que permanece.
Gracias, Juan Ignacio.
Así es, Ojo Humano.
Cuánto te agradezco estas entradas. Qué interesante y buen resumen.
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