lunes, 3 de octubre de 2011

Toros

Voy a una corrida de toros o, para ser exacto, a una novillada, con toros de poca edad y pocos kilos. Torean tres toreros jovencísimos, menores de 18 años, con mucha ilusión, con ganas de aprovechar esta oportunidad única: es posible que cuando sean toreros adultos no vuelvan a ser llamados a Madrid hasta que lleven muchos años de toreo.

El 2º torero, Gonzalo Caballero, es cogido por el toro 2º de la tarde, quien por dos veces le agarra con los cuernos, lo tira por el aire, lo patea. La segunda cogida es tan grave que la cuadrilla (sus ayudantes) lo agarran entre todos para llevarlo a la enfermería. Él se libra de ellos y, con molestias, vuelve a rematar la faena. El toro muere vomitando sangre y, al desplomarse, inunda las medias y las zapatillas del joven.

El 3º torero, César Valencia, es venezolano, hay mucha gente de su país animándole, con banderas. Es un chico muy valiente (una vez recibe al toro de espaldas, qué locura) y fino en sus movimientos. En el toro 6º el Presidente de la plaza está un poco demagógico y cede a la petición del público: le da la oreja del toro muerto, pese a que ha cometido varios errores (perder la muleta, estar demasiado tiempo, no conseguir matar a la primera).

(Y es que ya lo expliqué en un post muy bueno: las corridas de toros permiten la libertad de expresión, todo el mundo puede gritar lo que quiera, pero no son democráticas, el Presidente quita y da premios como le parece, diga lo que diga el público).

Después de morir cada uno de los 6 toros el torero dio la vuelta al ruedo. La gente les tira cosas (un abanico, una chaqueta, un rosario) que el maestro toca y vuelve a tirar al dueño (¡o a la dueña!). Pasa a ser una reliquia para guardar con mucha devoción.

9 comentarios:

AleMamá dijo...

¡Ay! no sé qué decir.... el toro pudo agarrarar al torero, pero a él le ayudaron sus compañeros; el animal debió recibir al menos dos "puñaladas" de muerte y lo hizo vomitando sangre.... hay tal desventaja, que no puede gustarme.

Cuando otro taurófilo me lo ha explicado, algo de sentido le encontré, pero así, creo que no me podría gustar en serio nunca.

Saludos y gracias por tu relato en primera persona. Interesante, como siempre

Anónimo dijo...

Buenas tardes Fernando. Una tarde de nuestra España y la que huele a caña, fiesta, tradición, arte y amor.

No alcanzo a describir la desventaja entre el pobre animal y la mortal arma química denominada "insecticida" ni la terrible muerte por envenenamiento causada. Y lo satisfecho y a gusto que se queda el "humano".Un abrazo.

AleMamá dijo...

NIP tiene razón, el insecticida mata cruelmente, igual que los toreros pero con más ventaja aún, pues el toreador se expone, como has contado y al rociar un aerosol ni nos enteramos. La diferencia, me parece a mi, es que no criamos los insectos para matarlos y cuando gastamos en eso lo hacemos por necesidad, no por deporte ni por morbo.

Como descarga de mi conciencia, no mato ni una araña dentro de mi cama si puedo evitarlo: las saco con cuidado, y si veo una mosca agónica, le doy "el pisotón de gracia", pues pienso en que es una muerte cruel y que son inocentes.

Saludos, NIP y Fer. Este tema siempre se prestará para polémicas, y yo no soy ecologista ni nada así. Hablo por mi, nada más.

Juan Ignacio dijo...

Evito comentar sobre toreos a los españoles. Cualquier cosa que se me ocurra nunca va a estar a la altura de las circunstancias.

Fernando dijo...

Comprendo tu observación, Alemamá, yo tampoco soy capaz de matar a un bicho en casa, hago todo lo posible para que salgan por la ventana, sin hacerles daño, pero acepto la muerte del toro en la plaza de toros: por supuesto, yo tampoco sería capaz ni de matarlo ni de hacerle daño. Es un tema cultural, ya sabes. ¿Fue tu hijo Pablo a alguna corrida, en Madrid?

Gracias por tu observación, NIP, provocaste una respuesta inteligente de Alemamá.

Qué prudente, Juan Ignacio, hacés bien.

AleMamá dijo...

No, Fernando, mi hijo no asistió a ninguna corrida, pero sí estaba para los encierros de Pamplona.....pero muy de lejos, sentado mirando en TV

El que sí ha ido a la arena es mi marido, y no le gustó. Creo que yo mejor me iría al Prado.

Cariñosos saludos

Jorge dijo...

No tendrá más de una semana que leí en el periodico que se han prohibido -la fiesta- en Barcelona. Bueno no he leido muchos detalles, así que no comento más al respecto.

A mi me parece que a través del tiempo solía unificar como un espectáculo que está impregnado de identidad, tanto en España y en otras partes del mundo, como México que también cuenta con Plazas de Toros y con mucha afición de la fiesta taurina.
Comprendo el descontento de los protectores de animales, pero le doy el peso completamente a la tra-di-ción. Al arte.

Fernando dijo...

Nunca he estado en los sanfermines, Alemamá, es para mí una asignatura pendiente. Y te doy la razón: si uno viene poco tiempo a Madrid, es mil veces mejor ir al Prado que a los toros.

Fue un tema doloroso, Jorge, los catalanes no lo prohibieron por amor a los toros sino por odio a España. La prueba de esto es que siguen teniendo su fiesta, los correbous, en que al toro se le atan antorchas ardiendo en los cuernos o en el lomo, no creo que eso sea muy compasivo.

Nodisparenalpianista dijo...

A mi me gustan los toros. Pero ahora, en aras de la protección animal, me los han prohibido. Ojalá los seres humanos no nacidos tuviesen la mitad de protección que los toros u otros bichos.
Lo que nos pase, nos lo merecemos, por idiotas.