Quisiera recomendaros la lectura de un post que me impresionó ayer, Dios y nuestros deseos, de Al hilo de los días. Ahí se habla de la tesis atea sobre Dios como mera emanación de nuestros deseos, de la vuelta de ese argumento a favor de Dios cuando nuestras oraciones no se cumplen y aún así seguimos creyendo y, en fin, de la necesaria purificación de nuestra relación con Dios cuando deja de ser nuestra “herramienta” porque falla la oración (o eso nos parece).
“Nuestros deseos necesitan pasar su noche, morir en ella, saber lo que es querer a Dios por Dios mismo”.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
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4 comentarios:
Me pareció muy interesante.
Creo que hay dos niveles de expresión o dos realidades.
En un nivel, Dios SÍ responde a nuestros anhelos. Los más íntimos, los verdaderos. Dios es la respuesta.
Eso, aún así, no es prueba ni mucho menos de que Dios es un invento del hombre. El hombre desea felicidad y la mera suposición de que haya quien puede satisfacer eso no es una actitud despreciable. Es uan actitud realista. Tengo hambre, pues debe existir algo llamado comida.
El otro nivel es el que bien explica el artículo, si no me equivoco. Y es un poco lo que alguna vez se ha dicho aquí. Es como distinguir entre nuestros "verdaderos deseos" o necesidades y otros deseos que son más parecidos a caprichos. Estos últimos son los que Dios no satisfacerá.
Releeré el artículo otra vez a la noche, puesto que creo que hay algunas cosas más para comentar.
Gracias.
Muchas gracias, Fernando.
Un saludo.
Hay muchos que no aprueban la noche de la fe tan solo con que las cosas que han pedido no se cumplan.
Dios sabe más y es muy bueno que de repente nos prueben para ver si amamos a Dios por ser quién es o por sus favores.
Saludos, Fer.
Juan Ignacio, me pareció que reflejaba muy bien una realidad habitual, como es que tendemos a ver a Dios como el señor que puede arreglar nuestros problemas (quiero aprobar, quiero curarme, quiero que me toque la lotería) y que si no lo hace es porque (1) no existe o (2) no nos quiere. El artículo (y la frase que cita) muestra bien la idolatría de esto, la superstición, la necesidad de ver a Dios como Dios es y no como nos interesa. Me impresionó, por eso lo recomendé.
De nada, Suso, nos vemos por tu blog.
Así es, Alemamá, si siempre nos diera lo que pedimos (¡y nos da tanto!) seríamos como esos niños malcriados, acostumbrados a que su padre les regale todo lo que piden. "Quiero mucho a mi padre", dirán, cuando lo que aman es el cumplimiento de los deseos.
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