El autobús que me lleva al trabajo pasa por una zona abierta dentro de Madrid, sin casas. Hasta hace unos meses era un descampado, un área de tierra en la que nacían libremente yerbas y flores, donde los vecinos llevaban a los perros a correr y a lo otro.
Llegó el Plan E, y con los euritos el Ayuntamiento urbanizó la zona: asfaltaron todo, hicieron un aparcamiento, pusieron bancos y, en medio, dejaron un espacio de tierra. Ahí colocaron filas de flores, quizá claveles, muy ordenaditas, con una manguera agujereada entre ellas: a alguna hora del día soltará el agua necesaria para que vivan. Tras esto el Ayuntamiento se volvió a olvidar de la zona.
¿Leíste la parábola del trigo y la cizaña? Acá yo he visto que es cierta: pronto, entre las flores, empezaron a salir unas espigas feas, sin gracia, de color verdoso que con el sol se pusieron amarillas. Pero el Ayuntamiento no vino.
Ya por dos veces he visto desde el autobús a una mujer vieja arreglando esto. Sin duda, debe vivir en alguna de las casas pobres de la zona y le molesta ver el espectáculo desde su ventana. Llega con un cubo, se arremanga la falda y con furia, con sus manos, sin tijeras, empieza a arrancar la cizaña y a tirarla al cubo. Al día siguiente sólo hay flores, de nuevo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Viva muestra de las bondades y excelencias del ridículo Plan E, que básicamente se ha limitado a destruir bordillos que, dicho sea de paso, no estaban mal y construir otros nuevos... o en romper el suelo de la plaza de un pueblecito... o en hacer lo que tú comentas hoy.
En fin, al menos la anciana se encarga de mantener el lugar con cierto decoro.
Si sigue por mucho tiempo haciendo ese trabajo y el ayuntamiento no le dice nada, se consigue un buen abogado y hasta podría reclamar un sueldo.
Aunque prefiero saber que lo hace por gusto nomás.
Se demuestra una vez más que son los particulares lo que llevan humanidad a cualquier sitio; hasta a un descampado asfaltado, caluroso y estéril en un gran porcentaje.
Un abrazo, querido Fernando
Me hace gracia ese impulso irresistible... ¿Cómo estamos hechas algunas mujeres que acabamos poniendo orden y limpieza hasta en los jardines públicos?
Hola Fernando, dos cosas:
Te felicito por usar el transporte público en tus desplazamientos, yo también lo hago.
La obsesión de este ayuntamiento madrileño por cementar el suelo es enfermiza, esta gente no tiene criterio ni estético ni medioambiental.
Cordiales saludos
Ya sabes nuestro refrán, Andy: de aquellos polvos vienen estos lodos. ¿Cuántas de mis nóminas hay que recortar para pagar este arreglo de la placita?
Seguro que no lo lograría, Juan Ignacio: más bien es posible que el Ayuntamiento la pusiera una multa por pisar terreno silvestre y así ayudaría a pagar la quiebra.
Así es, Alemamá, de no ser por ella las flores acabarían ahogadas entre la maleza.
Sí, Angi, yo lo pensé, "alguien tendría que arreglar esto", pero desde luego no se me ocurrió ir por ahí con un cubo, a arrancar hierbas.
Así es, Albert, el descampado anterior no era bonito, pero si plantas flores y las dejas abandonadas casi es peor el final que el inicio.
Publicar un comentario