Leo con mucho interés la primera parte de la autobiografía de Jordi Pujol, el político nacionalista catalán que fue presidente de la Generalitat [gobierno de la Comunidad Autónoma] de Cataluña de 1980 a 2007; la publica la editorial Destino.
Esta primera parte narra desde su nacimiento en 1930 a la primera vez que gana las elecciones catalanas, en 1980. Cuenta su infancia en un pueblo cercano al mar, la Guerra Civil, los estudios de Medicina, el trabajo en el laboratorio farmaceútico familiar que le permitió ganarse la vida y formar familia numerosa y, sobre todo, narra cómo logró ir a la cárcel durante varios años: Franco y varios de sus Ministros visitaron Barcelona en 1960, él escribió un panfleto contra el Generalísimo que sus colaboradores tiraron en el concierto oficial en el Palau: fue descubierto, detenido, interrogado y condenado a varios años de cárcel, que al final se quedaron en dos. Lo cuenta con la calma propia del que sabe que hizo una buena inversión, porque años después, ya en democracia, pudo decir "yo estuve en la cárcel, represaliado", cosa que no podían decir ni muchos socialistas ni muchos comunistas.
Habla mucho de sus amplísimas lecturas (literatura, política, filosofía, religión), que hacen de él uno de los pocos políticos cultos que hay en España. Aquí es muy curioso, en un hombre de casi 80 años, que reconozca que pese a haber leído tanto nunca ha tenido tiempo de leerse entero el Quijote.
El libro tiene una parte fascinante, su activismo durante los años del franquismo, que me hizo pensar mucho en nosotros, los conservadores españoles, tan paraditos. Muy poéticamente cuenta que de joven visitó las ruinas de un edificio en una montaña catalana, destruido durante la Guerra Civil, y que ahí su alma joven sintió que aquello era Cataluña, un edifico roto que había que reconstruir, y que él estaba llamado a ello. A partir de ahí, en plena dictadura de Franco, monta editoriales, monta grupos de conferencias, monta grupos de estudios sociológicos, monta grupos religiosos, corrige un diccionario al catalán, viaja por todo "el país" (como él llama a Cataluña), monta un grupo de presión dentro del Barça, funda (y esto es importante) un banco para Cataluña (Banca Catalana), dirige periódicos, ...
(Esto me hizo pensar mucho: ¿por qué nosotros, los conservadores españoles, que también tenemos una "idea de país" como la que él podía tener de Cataluña, y que también estamos ahora en minoría, no nos movemos así?)
Otra idea muy interesante del libro es ésta: el nacionalismo puede devenir en una especie de religión, que llegue hasta lo más profundo de la vida cotidiana. Es gracioso (aunque él lo cuenta como algo muy serio) cómo pide a su novia, la famosa Marta Ferrusola, que se case con él, pero le aclara que siendo la familia algo muy importante, más aún lo es Cataluña: ella, nacionalista también, asiente encantada. Por si no queda claro, en el banquete de bodas lanza un discurso y vuelve a reiterar esta idea: primero Cataluña, luego la familia. Y otra anécdota buena: habla de sus 7 hijos y dice de ellos que "se puede decir que los hijos han salido bien: todos son nacionalistas y trabajadores", que es como si un político argentino dijera que todos sus hijos son buenos porque todos le han salido peronistas.
Me gustó mucho un excelente elogio que hace de Castilla y de las virtudes castellanas (pág. 93), probablemente muchos políticos de Madrid o del resto de Castilla no hubieran sabido hacerlo tan bueno. También me agradó que reconociera que bastantes alcaldes del final del franquismo eran más honestos y mejores regidores que otros que vinieron tras las elecciones. Y, en fin, una tercera cosa buena: la aclaración de que los políticos españoles de los primeros años de la democracia estaban mejor preparados que los actuales porque habían tenido que ganarse la vida antes, en la empresa privada o como funcionarios, frente a la situación actual, en que ya desde jóvenes se dedican a vivir de la política y no saben nada de la vida real.
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6 comentarios:
Fernando, no me puedo resistir a proponer una respuesta a tu pregunta de: "¿por qué nosotros, los conservadores españoles, que también tenemos una "idea de país" como la que él podía tener de Cataluña, y que también estamos ahora en minoría, no nos movemos así?".
Perdóname que señale con el dedo, pero es que la pregunta señala con el dedo. Y también perdóname si suena brusca la respuesta, sabes que no es mi intención molestarte. Allá vamos:
Porque estáis bien como estáis mientras no toquen lo estrictamente "vuestro", es decir, mientras os dejen (o parezca que os dejen) un resquicio para ventilar vuestras frustraciones. Se llama "falta de conciencia social". Otros, menos prosaicamente, lo llaman "comodidad".
Hasta que no viene un miliciano físicamente a vuestra casa a pegaros un tiro, estáis absolutamente convencido de vivir en un régimen de "libertades" que hay que respetar y todo eso.
Y si, el problema del nacionalismo es que pone la nación (la "voluntad popular" al fin y al cabo) por encima de cualquier otra cosa. Dios y familia incluidos.
Como dice Maria Cuervo-Arango, nuestra presidenta: "Nosotros somos los de Dios, Patria y Rey. Exactamente en ese orden".
El problema de "desconfesionalizar", y todavía más en un sistema totalitario y totalizador como el demócrata-liberal, de "desconfesionalizar" es que al final se confesionaliza de la peor forma.
Me permito una autocita como respuesta algo más extensa a tu pregunta.
Hola, Embajador. Me expliqué mal. Usé "conservador" no en un sentido estricto (es decir, como los equivalentes al Partido Conservador de RU o al Republicano de USA), sino en un sentido amplio, que abarcaría a los que:
-creen que hay un Derecho Natural más allá del Derecho Positivo y creen que ese Derecho Natural coincide, en muchas cosas, con la doctrina de la Iglesia,
-creen que España es una Nación con intereses comunes que han quedado gravemente perjudicados por las Comunidades Autónomas, tal como se han desarrollado,
-creen que la política, que es una actividad digna del hombre, ha degenerado en un oligopolio, en una profesión corporativa dañiña para los intereses de la Nación,
-creen que el futuro de la Nación se asienta en los empresarios y en los trabajadores honestos, y que hay que protegerles (a unos y a otros) de los impuestos, de los funcionarios y de las camarillas sindicales.
En este sentido amplio usé la expresión, por ahí iba mi auto-pregunta, no sé si te sientes incluido o no.
Muchas gracias por tu interés, en todo caso: temía que fuera un post de los de 0 comentarios, que también de esos tiene que haber.
Digamos, Fernando, que eso que acabas de escribir es un programa de mínimos minimísimos asumible por cualquiera con dos dedos de frente, pero que se puede y se debe ir más lejos.
Es posible que sea lo mínimo de lo mínimo, pero si no somos capaces ni de defender ese mínimo, ¿cómo aspirar a más??
Tomemos ejemplo de los nacionalistas catalanes, con Franco: había republicanos, católicos, liberales, democristianos, pero se pusieron de acuerdo en lo fundamental y acabaron ganando.
Ganándonos.
Si Fernando, tienes razón. A mi me gustaría que eso pasara pero en vez de entre los de religión nacionalista, entre los de religión católica. Tenemos unos mínimos en los que ponernos de acuerdo: los principios no negociables enunciados por Benedicto XVI. El problema es que muchos simplemente no quieren ponerse de acuerdo ni siquiera sobre eso mientras sea en cuanto católicos. Tenemos un problema esencial de concepto.
Pues yo creo que estamos totalmente de acuerdo, querido Embajador.
Muchas gracias, de nuevo, por tu interés.
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