Día libre.
Al levantarme, la radio anuncia que va a nevar en Madrid, así que tengo claro el plan: ir al Jardín Botánico, junto al Museo del Prado.
No vi a nadie durante la visita, ni siquiera a los jardineros: llovía y hacía frío.
Todo es desolación, todo está pelado, con tres excepciones: las camelias, como siempre a su ritmo, ya llenas de flores; los acebos, con bolitas rojas como en una postal de Navidad; las coles del huerto, a punto para arrancarlas y cocerlas, con una variedad de "coles ornamentales", como si una señora hubiera ido recortando en filigranas los bordes de las hojas.
A media mañana cumplí mi objetivo: empezó a nevar, a nevar fuerte, era una extraña imagen ver la nieve sobre las palmeras, sobre los arbolitos japoneses, sobre los cactus.
Lo más entretenido: una ardilla, hacia años que no veía una. La seguí, saltaba de un árbol a otro e iba haciendo que las ramas se quedaran vibrando. Mordisqueaba las ramas mojadas, y de repente se sentó sobre su trasero, empezó a girar algo con las manos y a mordisquearlo, sus carrillos subían y bajaban como los de un señor gordo comiendo cordero.
Me fascinó, una vez más, un pequeño pino, protegido por una cámara de seguridad que lo enfoca. Al lado cuentan la historia: era una especie que se creía extinguida hace siglos, pero encontraron un bosque superviviente en un desfiladero de Australia. Para asegurar su supervivencia sacaron varios esquejes que han repartido a algunos Botánicos, por ejemplo al de Madrid. (Si te acercas y le pegas una patada seguro que, al salir, te detiene la Policía Ecológica)
Lo más impactante: un granado que ha perdido todas su hojas, pero que aún tenía algunas de sus granadas colgadas. El viento lo movía fuerte de un lado a otro. Era como el árbol de Navidad de una familia pobre, en la que el padre hubiera hecho una estructura de alambre y de ella hubiera colgado seis o siete bolas encontradas en la calle.
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6 comentarios:
Puestos a elegir, la que me gustó más fue la ardilla.
Y a mí que lo más me sigue asombrando es que nieve en Madrid... Lo de la ardilla también tiene su encanto. La única que he visto fue en Viena, en los jardines del palacio Schonbrunn (o algo así) y estaba todo nevado e incluso se veían sus diminutas huellas en la nieve.
Saludos
A mí lo que más me asombra es tu repertorio de botánica, Fernando. ¡Qué control!
Ah, la fascinación de los hombres de ciencia por el movimiento¡¡¡
Absoluta ignorancia, Alejops, pero todo tiene su plaquita donde te va diciendo su nombre (salvo la ardilla, claro).
Extraño esos tiempos en que uno podía pasear sólo y apreciar detalles.
Tu post me llenó de cierta "saudade".
Cada época tiene sus compensaciones, Milkus.
Y cada estación del año también.
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