Igual que pasa con la de los ojos, según vas haciéndote mayor puedes tener miopía del alma. Consiste esta enfermedad en no ver bien el peso de los años que te quedan por delante, en pensar que valen menos que los que ya has pasado, cuando -lógicamente- todos ellos pesan lo mismo.
Hay que cuidarse de la miopía del alma: puede llevarte a la melancolía, a la desidia, a la depresión.
Ordeno mi biblioteca y aparece un método para aprender francés, de 1986, hace 23 años. Lo hojeo, veo las anotaciones que hice con 21 años. ¿Para qué quería yo aprender ese idioma? No tengo ni idea. Pero si alguien me hubiera preguntado si yo, 23 años después, a los 44, sabría francés, le habría respondido "Es posible que sí, es posible que no, a lo mejor no sólo francés sino también alemán e incluso, por fin, inglés con cierta soltura". Y si en general me hubiera preguntado cómo seríamos yo y mi vida a los 44 años, 23 años después, habría dicho "No tengo ni idea, sólo sé que no será cómo ahora, viviendo con mis padres, estudiando Derecho, sin una peseta, porque ¡¡23 años son muchos años!!"
23 años son muchos años, pero la miopía del alma te dificulta verlo: te puede parecer que los 23 años que tienes por delante son cortos, poca cosa para hacer grandes cosas. Y si te preguntan cómo serás dentro de 23, a los 67, dirás "Pues más o menos como ahora, en la misma casa, con mi misma gente querida, con los mismos intereses, con el mismo carácter, con la misma ignorancia en idiomas". O ¿es qué tu vida actual no se parece mucho a la de hace 5, a la de hace 10 años?
Dos cosas pueden alterar la quietud del lago: la enfermedad, la muerte.
Miopía del alma, pues los 23 años que te separan de los 67 son igual de largos que los 23 que te separan de tus 21.
Exagero para dar mayor efecto literario: bajo la aparente quietud de todo, muchas cosas han cambiado en estos últimos 5 o 10 años, por ejemplo este blog. Y, mirando hacia el futuro, tengo en mi mesa el Catecismo, un libro de Introducción a la Economía, un atlas lleno de sitios interesantes para viajar, proyectos que me llenan de amables incertidumbres sobre el futuro.
jueves, 22 de octubre de 2009
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10 comentarios:
Has tocado MUY BIEN un tema recurrente en mí.
Siempre pongo las cosas en esa pesrspectiva y digo, a tu edad yo tenía 3 niños.... o cuando regresamos del norte a vivir a Santigo de nuevo yo tenía 33 ¡menos que tú ahora! y como que vamos comprendiendo mejor los sentires, etc.
Muy buena reflexión, querido Fernando, ¡muy buena!
Interesante reflexión, mi querido Fer, tal vez alguna vez tendría que hacer un parate y ponerme a pensar en ello, porque en la vorágine diaria, francamente no dispongo de tiempo y eso visto en perspectiva o no, no tengo tiempo.
Dices que dos cosas pueden alterar la quietud, una es la enfermedad que en estos últimos años la he padecido junto a mis seres queridos, algunos (varios se fueron) y otros quedan...y ahi se me produjo un profundo oleaje.
En estos tiempos, lo sabes estoy en el torbellino que trae la felicidad de saber felices a los que uno quiere y eso tambien le quita paz al lago, pero a veces hace falta esos simbronazos, para poder ver que es lo que te rodea, aunque sea a las apuradas como es mi caso.
Interesante los libros que tenés a tu alcance, yo miro y tengo los diarios del dia, revistas de tejidos, revistas con arreglos navideños (porque ya hay que comenzar), revistas varias, libros de historia que me han regalado y no he tenido tiempo de leer y todo esto contribuye a seguir pensando en el futuro...hasta cuando? ... quien sabe, solo Jesusito podría decírmelo
Uhhh disculpame, me extendí un montón.
Te mando un beso y buen fin de semana
A mis 25 años (bueno, 24 hasta esta noche) quizás no valoro bien lo que has escrito. Yo pienso en el futuro y me lo imagino de una manera, siempre positivo, claro está, pero cuando llegue el momento y eche la vista hacia atrás no sé lo que pensaré. En cualquier caso, si por entonces este blog sigue abierto, te lo contaré.
Saludos
Hola, Alemamá. Hay en tu comentario una coincidencia que me ha conmovido: mi madre tambien tuvo 5 hijos, como tú, y trabajó mucho, como tú, para que todo fuera siempre bien. Cuando ahora, a veces, la gente se compadece de alguien porque se casó con 30 años y se equivocó, o tomó una decisión a los 28 años y luego dijo que no sabía lo que había hecho, ella usa siempre la misma frase que has usado tú: "a su edad yo ya había tenido 4 hijos", o "a su edad yo ya os había cuidado en tal o cual enfermedad".
Hola, Alma, cuando uno es más joven cree tenerlo todo controlado, pero según creces y te vas llevando sustos comprende que todo es inseguro, y en concreto por las dos cosas que decía, la enfermedad (propia o ajena) y la muerte (ajena, por ahora). Me gustaron las cosas que tienes en tu mesa y en concreto la revista de Navidad, ese tiempo feliz para mí.
Hola, Ramón, ahora pasaré por tu blog a felicitarte. Y, sí, es maravilloso suponer que el futuro va a ser feliz, a eso se refería mi post, a que con el paso de los años vamos recortando esa posibilidad y conformándonos con la vida presente.
Gracias, Fernando. Me gustaría conocer a tu madre. Las mujeres somos parecidas generacionalmente, me parece.
Es como que uno va perdiendo la confianza en su capacidad de cambiar...
Pero, sigo pensando...
Qué amable, Alemamá; ella, en todo caso, es algo mayor que tú, me parece.
Lo peligroso no es perder la confianza, Juan Ignacio, sino perder las ganas, ese es el riesgo.
Notable eso de pensar una misma cantidad de años hacia adelante pero parado en dos edades distintas y cómo cambian las expectativas.
Lo que no debo nunca permitirme es eso de decir que será "Pues más o menos como ahora".
Esa es la idea del post, Juan Ignacio: nunca deberíamos dejar de avanzar, de estar abiertos a cambios y mejoras de nuestra vida. Si uno tiene hijos, esto viene dado: dentro de 20 años mis hijos serán jóvenes, dentro de 40 serán adultos y padres, todo eso afecta a la vida del que habla, claro; pero, si uno no los tiene, ha de evitar dejar de avanzar, creo. Ese es el espíritu del post.
El año pasado, en “Introducción a la economía”, el profesor me hacía infinita gracia: empieza diciendo algo parecido a: “y ahora estudiaremos cómo al ser mayor la demanda que la oferta, los precios suben”, y durante algunos segundos, los que tardaba en agarrar la tiza y comenzar a garabatear tablas, ecuaciones y desastres matemáticos varios en la pizarra, podía uno calcular cómo representar eso gráficamente (claro, cosas muy simples, jeroglíficas casi, infantiles). Hasta que él llenaba las dos pizarras, advertía que iba a borrar, llena otras dos y seguía dispuesto a llenar varias más, y al cabo llegabas a la conclusión de que efectivamente, en la “introducción a la economía” te acaban introduciendo algo. Pero bien.
Bonita lectura, seguro que sí.
Inquietante.
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