"Sostengo la tesis (falsa) de que si uno anda suficiente rato por Madrid acaba viendo siempre algo extraordinario".
En Atocha un autobús empuja a un coche, que se empotra contra un semáforo, que cae al suelo, sin rozar a ninguno de los que esperábamos para cruzar.
Lo más terrible fue que, una vez en el suelo, siguió funcionando: se encendió el disco rojo, apareció el señor verde que permite cruzar; así lo hizo algún peatón.
Me pareció como un señor altísimo, al que hubieran atropellado, y que en sus últimos momentos siguiera hablando, cambiando de opinión.
Me dieron ganas de ponerle el periódico que llevaba debajo de la parte alta, donde están los tres discos, para que no muriese con la cabeza apoyada en la acera.
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8 comentarios:
¡Qué buen texto! algo surrealista, creo, pero me encantó, por su brevedad y por contar algo que no ocurre con frecuencia.
Gracias a Dios que no hubo nada más que lamentar.
Saludos
Lo imaginé como un señor de alta alcurnia que a pesar de la vergonzosa situación mantenía su dignidad.
Pues, mira, tu paseo te reportó ver algo "extraordinario"
No creo que sea muy común ver al muñequito verde del semáforo "tumbado" en el suelo.
Menos mal que no hubo que lamentar desgracias, por lo demás, es una situación original y hasta cierto punto, cómica.
Un abrazo, Fernando.
Sencillo y excepcional este texto.
Besos
Curiosa anecdota ¿no se enredaron el autobusero y el del coche? ¿No se arremolinó la gente? no se bajaron del autobus y dieron cada uno una version distinta? ¡no te intentaron quitar la cartera? Entonces ni fue en Atocha, ni en Madrid
Si es que hay cada conductor de autobús en Madrid más burro... pobre coche y pobre semáforo. Lo que más curioso me parece de todo es que te fijes en que el semáforo seguía funcionando tras ser derribado. Yo me habría fijado en los pasajeros del autobús y en las reacciones de los 2 conductores implicados.
Por cierto, ¿qué cara tenían los pasajeros del bus?
Saludos
Alemamá, Yeste, fue un auténtico milagro, estábamos bastantes esperando a que el disco se pusiera verde.
Juan Ignacio, de alta alcurnia y muy rígido, casi ya con el rigor mortis.
Alma, lo de "excepcional" es muy generoso.
María Jesús, Ramón, la historia quizá acabó mal, porque el conductor del autobús era un tipo gigantesco, que se bajó muy enfadado, y los del coche eran emigrantes indios, o pakistaníes. No quise quedarme a ver el final, porque odio las situaciones tensas.
Si quedó tumbado tal cual, quizá se salve, una escayola que coja tol fémur y listo.
Hoy dos calles más abajo de mi celda había también uno accidentado, le habían dado en el coco, tenía un ojo salido (qué prodigio, seguía guiñándolo).
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