miércoles, 12 de noviembre de 2008

Catecismo (4): Sagrada Escritura

Parte 1, sección 1, capítulo 2, artículo 3, párrafos 100 a 141.

Decíamos ayer ...

Este artículo del Catecismo empieza con una declaración de San Pablo: “al oír la palabra de Dios que os predicamos la acogisteis no como palabra de hombre, sino como palabra de Dios, cual en verdad es, y que obra eficazmente en vosotros, que creéis” (1 Tesalonicenses 2, 13). Así es, según el Catecismo: la Sagrada Escritura no es sólo “palabra de hombres”, sino que realmente es la Palabra de Dios (párrafo 104). “Dios es el autor de la Sagrada Escritura”, el Espíritu Santo la inspiró (que no dictó) (párrafo 105) a través de los hombres concretos que fueron sus autores (párrafo 106). Esta definición de Palabra de Dios, esta inspiración, se aplica tanto al Antiguo Testamento (párrafos 121 y 123) (pese a que algunos de sus elementos sean “imperfectos y pasajeros” (párrafo 122)) como al Nuevo Testamento (párrafo 124). La consecuencia de ello es que la Sagrada Escritura es la verdad (párrafo 107), en la que podemos apoyarnos para construir nuestra vida y buscar nuestra salvación.

Dicho esto, el Catecismo aclara que el cristianismo no es una “religión del Libro” (párrafo 108), que nos lleve a aplicar literalmente todo lo que dice, hasta la última coma, como les pasa a las sectas fundamentalistas, sino una realidad viva, inspirada por el Espíritu Santo (párrafo 108). Hay que tener muy en cuenta el sentido literal de las Escrituras, por supuesto (párrafo 116), pero no sólo eso, sino también el espiritual (párrafo 117), comprendiendo las circunstancia históricas en que se escribieron (párrafo 110). Por todo ello, el Concilio Vaticano II propuso tres criterios de interpretación: la unidad interna de todas las Escrituras, no viendo párrafo a párrafo (párrafo 112), la Tradición de la Iglesia (párrafo 113) y la cohesión interna de todas las verdades de fe (párrafo 114).

A la verdad espiritual de todas las Sagradas Escrituras se añade, en el Nuevo Testamento, y muy especialmente en los cuatro Evangelios, la verdad histórica: no son una alegoría ni un recreación de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús (párrafo 126.1), sino una narración real de lo que “hizo y enseñó realmente” (párrafo 126.1), y lo mismo se puede decir de la vida de la primera Iglesia.

En fin, una idea preciosa: por ser las Escrituras Palabra de Dios, “la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo” (párrafo 103).

...

El Cardenal Van Thuan, en el capítulo 7 de Testigos de esperanza, explica cómo fue aislado en la prisión comunista durante varios años, cómo le quitaron su Evangelio, cómo en trocitos de papel fue escribiendo 300 párrafos de la Sagrada Escritura de los que se acordaba, para leerlos de continuo. “Observa una sola regla, el Evangelio. Esta constitución es superior a todas la demás, es la regla que Jesús dejó a sus apóstoles. No es difícil, complicada o legalista como las demás; al contrario, es dinámica, suave y estimulante para tu alma”. Poco antes había escrito: “la autentica escucha de la Palabra se traduce en obediencia, en hacer lo que exige. Hay que dejarse trabajar por la Palabra hasta el punto de que llegue a informar toda la vida cristiana”.

No hay comentarios: