Admiro en el Museo de El Prado La adoración de los pastores, de El Greco. El Niño Jesús, luz del mundo, ilumina lo que está frente a él y deja en tinieblas lo que está de espaldas, como ocurre con el pastor más cercano a nosotros.
Llega una japonesa, se pone a mi lado, contempla asombrada el cuadro, se agacha, echa su rodilla derecha al suelo. Esto me emociona. ¿Es cristiana y está adorando a Jesús en Belén? ¿Es una amante del arte que queda rendida ante tanta belleza?
Me fijo bien. Se le ha desatado la zapatilla, la está atando. Luego se levanta y se va con el resto del grupo.
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6 comentarios:
¿Tal vez una coreana, Fernando? La Encarnación es ese Sol que ilumina la realidad y en efecto, disipa tiniebla y restaura, ¡Viva el Salvador!
Abrazos fraternos.
Tremenda parábola, tu historia, Fernando.
A menudo voy al barrio Meiggs esperando ver algo que tenga relación con Jesús esta navidad, pero nada. Todo es dedicado a unos renos desnutridos y un pascuero gordo y bonachón, vestido con ropa de invierno y aquí con 33 grados. "Na' que ver".
¡¡Viva!! Supongo que era japonesa, Amado Líder: no hay muchos compatriotas tuyos que vengan a Madrid, pilla un poco lejos.
Igual pasa en Madrid, Ojo Humano: viendo las luces de las calles es difícil saber si es Navidad, Carnaval o Halloween. Es una lástima que hayamos perdido nuestras tradiciones en muy poco tiempo.
Ante todo la verdad, siempre, Luisa.
Me quedo con la imagen del cuadro.
Una maravilla, Alma. Y me pilló en un día inspirado para verlo.
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